Y esto no ha hecho más que empezar…

01/11/2019
JURIQUILLA
Dos orejas y oreja
Fernando de la Mora
 
Triunfo grande a las primeras de cambio. Como si hiciera falta tarjeta de presentación alguna. Como si hubiera que dejar claro a qué viene Diego Ventura a México. Es su esencia, su máxima, su marchamo: no hay tregua posible cuando se trata de ser feliz y de hacer feliz con el toreo como argumento. Noche grande –como su triunfo- del cigarrero en Juriquilla, puerta de entrada de una nueva temporada azteca llamada a incluir capítulos para el recuerdo. Ya lo es éste primero de hoy a tenor de la dimensión del rejoneador ante dos toros de Fernando de la Mora que tuvieron su principal virtud común en el temple. Una cualidad que Diego convirtió en prodigio. Decíamos que, como si hiciera falta tarjeta de presentación, recibió a su primer toro –que brindó a Guillermo Hermoso de Mendoza- a portagayola con Bombón, con el que se llevó al burel cosido a la cola para, en lo que mide una losa, recortarlo y dejarlo parado y clavado en un ejercicio total de doma y de mando. El son del toro era caramelo puro, pero su raza no le permitió oponer batalla más allá del tercio, donde Ventura se quedó para torearlo muy en corto, de inicio ya en banderillas, con Fino explotando la nobleza y prontitud del astado, haciendo las suertes tan despacio como ajustadas fueron las piruetas de salida de la cara. Con Bronce llegó el delirio. Pisó Diego esos terrenos inverosímiles que domina con semejante precisión con este caballo fundamental de su cuadra y con el que ya enamoró el año pasado a la afición mexicana. Esa forma tan bella y tan excelsa de quedarse ante los pitones, de hipnotizar a los toros, de mandar sobre ellos, de pasárselos por los pechos, de citar a dos metros y, a dos metros, plantear, realizar y resolver las suertes… Esa manera, en definitiva, de torear en un prodigio que condensa mucha de la perfección que habita en el concepto de Ventura. Explotó la plaza en felicidad mientras que el jinete abrazaba a Bronce, como dándole las gracias por tanto. Llegó entonces el corolario de un extraordinario par a dos manos con Dólar y un gran rejonazo con Volapié, uno de los debutantes en esta gira en México. Las dos orejas fueron inapelables. Una más consiguió Diego Ventura del segundo de su lote, también de Fernando de la Mora, noble igualmente y embistiendo casi al paso por momentos, lo que propició que el jinete de La Puebla del Río lo hilara a sus cabalgaduras y lo llevara toreado a milímetros escasos y con un compás deslumbrante. Pasó con Hebreu en el toreo por dentro. Y pasó con Frascuelo, al hilo de las tablas también, sujetando la embestida del burel por donde ni el aire cabía para luego hacer eso tan de Nazarí de fijar al toro sin pararse él, enfrontilarlo a dos metros escasos y, sin solución de continuidad, clavar e irse con una pulcritud majestuosa. Una pura exhibición de virtuosismo, que prolongó a continuación otra vez con Bronce, reduciendo las distancias a lo mínimo posible, y en dos pares a dos manos con Dólar, que fueron el broche perfecto antes de las cortas y el rejón final con Prestigio.   Se marchaba a hombros Diego Ventura camino de su primera puerta grande de esta nueva temporada en México y dejaba tras de sí el eco de lo inapelable: esto no ha hecho más que empezar…