En primera persona
EL ORIGEN
PORTUGAL, LA CUNA: Mi padre nació en Portugal y quiso ser rejoneador. Tenía poco dinero y disponía de uno o dos caballos prestados de algunos amigos. Conoció entonces a Ángel Peralta, que le ofreció venirse a Sevilla para que domar sus caballos. Mi padre le prepararía los caballos nuevos al maestro y él, a cambio, le permitiría torear 30 ó 40 corridas por los pueblos. Después de algún tiempo aquí en España, mi madre se quedó embarazada, dió a luz en Portugal y se vino a España. Tenía yo dos meses cuando llegué a Sevilla.
SU PADRE, LA PERSONA CLAVE: Mi padre se llama Joao Antonio Ventura. Mi abuelo tenía carnicerías y no estaba mal de dinero, por eso nunca quiso que su hijo fuera rejoneador y no lo apoyó en nada. Mi padre decidió dedicarse a los caballos. Compraba y vendía caballos y con sólo 24 años, empezó a torear con algunos que le dejaban. Fue entonces cuando un tío mío que se llamaba Diego -de ahí mi nombre-, le compró su primer caballo y decidió ayudarle en los inicios. Empezó a torear en Portugal en corridas muy difíciles. Cómo sería que toreó siete veces el mismo toro en una plaza, en Albufera, un sitio donde se montaban corridas para los turistas. Así era imposible porque no tenía ayuda, no tenía caballos… Pero hasta que tuvo la suerte de conocer a los hermanos Peralta, que se lo trajeron a España y lo dejaron torear en Madrid un par de veces. Llegó a torear unas 30 ó 35 corridas todas las temporadas. Como era difícil vivir del rejoneo, se dedicaba también a vender y a comprar caballos. Los ponía a torear, luego otros rejoneadores los veían y se los compraban. Vivíamos de eso, pero era muy difícil ser figura teniendo que vender los caballos buenos.
EL PRIMER RECUERDO: Me viene prácticamente de la cuna. Cuando empecé a andar, lo primero que hice con tres o cuatro años fue ir al picadero donde veía a los hermanos Peralta y a mi padre montando. Vivíamos allí, por lo tanto, lo que he visto siempre han sido caballos, cómo toreaban las vacas, cómo entrenaban y mataban toros… Cuando tenía cinco años empecé a montar y, con seis, don Ángel me dijo por primera vez “¿quieres darle una vuelta a la vaca?” Esa fue mi primera vuelta y donde empezó todo. Con seis años ya toreaba las vacas. Me amarraban a la montura para que no me cayera.
EL PRIMER CABALLO: Era negro y con el que mi padre se llevó dos años toreando. Se llamaba Tul. El caballo se quedó cojo por una infosura y entonces ya no servía para torear para ellos, pero para mí era ideal y era el que yo montaba todos los días.
LA DECISIÓN: Siempre tuve presente que quería ser rejoneador. Yo era de los que me hacía el enfermo para no ir al colegio cuando me enteraba de que iban a torear vacas porque lo que quería era montar y ver entrenar a los toreros. No hubo un momento justo. Yo iba toreando, iba montando con mi padre y, cuando me vi preparado, toreé por primera vez.
EL COMIENZO
LA PRIMERA VEZ: Fue en La Puebla del Río, en una becerrada en la que también torearon Álvaro Guisasola y Morante. Todos teníamos siete u ocho años. Toreamos una becerra cada uno. Con nueve años, maté el primer becerro en Coria del Río. A partir de ahí, cada vez iba entrenando más, veía que era eso lo que quería. Mi padre me fue comprando caballos viejos que habían toreado con otros rejoneadores antes, que habían sido buenos, pero ahora estaban cojos o tenían problemas. Así me hice con una cuadra de tres o cuatro caballos que yo montaba siempre y con los que toreaba las becerras.
EL PASO A PROFESIONAL: Al principio, fue difícil porque no me dejaban torear por la edad. Recuerdo que en Villamanrique de la Condesa iba a salir con mi padre a poner dos banderillas y no me dejaron. Cuando cumplí los catorce años, me falsificaron los papeles porque hasta los dieciseis no se podía torear y fue entonces cuando empecé a torear en Tabara, un pueblo de Zamora. A partir de ahí empecé a torear por los pueblos.
LOS INICIOS: Los primeros recuerdos son bonitos. Más, si tenemos en cuenta que yo soy de los que ven la ilusión de los chavales jóvenes que empiezan, con padres que han sido rejoneadores o que tienen una cuadra muy buena y torean grandes corridas y me veo reflejado en ellos. Mi padre en todo momento me ayudó. Me ayudó en todo lo que podía, pero, claro, luego, al empezar, en la mayoría de los sitios nos pedían dinero y no podíamos pagar. Entonces él me buscó como apoderado a Julián Alonso que me empezó a anunciar en toda la zona de Ávila, donde las corridas son muy duras y donde te puedes encontrar un toro de cinco años con 600 kilos en una plaza portátil muy pequeña. Cuando no tienes experiencia, como era el caso, enfrentarte a este tipo de situaciones es difícil, pero es una gran experiencia y te sirve porque, al final, cuando tú llegas a una plaza como Sevilla y te encuentras con un toro, por ejemplo, de Fermín Bohórquez en vez de del ‘tío picardías’, que pesa un poco menos, con esa plaza tan bonita, con tanta gente… Es entonces cuando se termina haciendo todo más fácil. Fueron buenos años porque me llevaban por esos sitios, me pagaban mis gastos y me pagaban por mi trabajo entre 1.600 y 1.800 euros. Y ya así pues empecé a torear, de la mano de Julián Alonso, que fue mi primer apoderado.
EL DESPEGUE
EL PRIMER MOMENTO CLAVE: Llegó en el año 2000, cuando don Diodoro Canorea me puso en Sevilla. Aquello parecía imposible porque había rejoneadores como Luis Valdenebro, Javier Buendía, los hermanos Domecq o Pablo Hermoso de Mendoza. Ellos conformaban un cartel que se repetía y, por tanto, era imposible entrar. Hay algo curioso y triste: don Diodoro fue quien me anunció en la Maestranza, pero falleció antes de verme torear en ella. Así fue como entré en las plazas de primera. Tuve la suerte de estar bien y ese primer día corté una oreja, lo que me ayudó ya a hacerme un hueco cada año en ese cartel que veía tan impermeable.
CON LAS FIGURAS: Recuerdo que la primera vez que me vi con figuras del rejoneo fue en un pueblo de Badajoz. Toreaban Fermín Bohórquez, Paco Ojeda y Leonardo Hernández. Y, claro, acostumbrado a torear en novilladas picadas, encontrarme de pronto con ese cartel fue muy bonito. Además, corté cuatro orejas y un rabo, mientras que, de los compañeros, sólo Fermín cortó dos orejas. Aquello me motivó y me ilusionó mucho.
PRIMERAS FECHAS IMPORTANTES: Destaco, sobre todo, mi alternativa que fue en 1998, en Utiel, un pueblo de Valencia. Fue, con todo, otra etapa muy dura. Mi padre me hizo una cuadra de ocho o nueve caballos que a mí me servían muy bien, Pero en poco años, entre el mismo 1998 a 2000, se me fueron muriendo todos por cólicos, la rotura de una pata y tantos otros contratiempos. Fue complicado, muy complicado, reponerse a tanta adversidad. Mi padre tuvo que pedir préstamos para conseguir una buena cuadra como la de antes. Esos comienzos fueron muy duros…
PRIMEROS CABALLOS CLAVES: Como no teníamos dinero para comprar caballos nuevos, mi padre tenía que buscar otros que ya habían sido utilizados por otros rejoneadores o que tenían algún problema. Aparecieron así tres caballos claves. Majical, de salida, que era un caballo que mi padre compró con cinco años y que él puso a torear. Era tuerto y la primera corrida de toros que toreó fue conmigo Pero era un caballo tan bueno, que casi toreaba solo. Otro fue Isco, que fue como un maestro para mí. Perteneció a Joao Salgueiro y fue un caballo muy importante en Portugal, hasta que se rompió una mano y ya nadie lo quería. Lo tuve toreando conmigo cuatro años. El tercero fue Café, que llegó a ser de Joao Moura, con el que fue muy importante. Mi padre lo compró siendo ya viejo y fue un animal extraordinario para mí.
LA LLEGADA A LA CIMA
SEVILLA: Es la plaza que me lo dio todo. Toreé allí y corté una oreja que me permitió coger la sustitución de Fermín Bohórquez en Madrid veinte días después. Volví a Las Ventas, la otra plaza clave en mi camino, y tuve la suerte de estar bien. Regresé a Sevilla en una corrida nocturna y no paré de toreae. Al año siguiente, ya estaba puesto en carteles de grandes plazas, entre ellas, siempre Sevilla y Madrid.
LOS PUNTOS CLAVES: 2001 fue otro año determinante porque, ya entonces, tenía una cuadra buena, que medio servía, y me anunciaron en la terna con Fermín Bohórquez y Pablo Hermoso. Yo iba con toda la ilusión, con todas las ganas y con la mentalidad de que iba a dar un golpe en la mesa. Pero estuve fatal… El día antes, por ejemplo, había toreado en Portugal y los caballos estuvieron extraordinarios y yo, perfecto. Pero, claro -cosas de la inexperiencia-, llegué a Sevilla muy presionado y con unos nervios horrorosos. Además, salió un toro muy complicado para Fermín, le dieron una cornada, yo ya me desconcentré y fue todo mal. Los quince días siguientes fueron como un agujero, de estar metido en casa sin salir, amargado y con ganas de tirar la toalla. Y es que, viendo a mis padres después de tanto sacrificio, y al comprobar que las cosas no salían, me desesperé. Pero fui a Madrid y otras plazas importantes, donde ya sí estuve bien. Plazas como Barcelona, donde empezaron a ponerme en las corridas de verano y tuve la suerte de cuajar algún toro y eso me fue animando.
TARDES INOLVIDABLES: La primer fue en 2007, cuando abro la Puerta del Príncipe de Sevilla y, a continuación, la Puerta Grande de Las Ventas dos veces seguidas. Aunque hay una tarde clave antes, en 2003, en que abrí la Puerta del Príncipe. Estar en Sevilla y cuajar una faena muy buena en una tarde en la que toreaba Moura, Leonardo, Andy Cartagena…, grandes rejoneadores que también cuajaron una tarde muy importante. Es entonces cuando la gente empieza a pensar en mí como rejoneador aspirante a todo. En 2004 y 2005 entré ya en todas las grandes ferias. 2007 supuso el punto de inflexión porque empiezo a torear ganaderías, a pedir el dinero que yo creía que tenía que cobrar y poder defender así las mejores condiciones posibles. Un estatus que consolidé y mantengo ya desde 2008 de forma continuada.
TOCAR EL CIELO CON LA MANOS
PUERTA GRANDE DE LAS VENTAS: En Madrid, en las temporadas de 2004 y 2005 estuve en los carteles, pero no corté nada. Como consecuencia, me dejaron fuera en 2006. Ya en 2007, hubo una corrida en octubre a la que nadie quiso ir porque ya estaba fuera de la Feria de Otoño. Estaban anunciados Fermín Bohórquez y Luis Fernández y faltaba un tercero. Me llamaron para ir, aunque teníamos apalabrada la presencia en la Feria del Pilar de Zaragoza. Mi padre y yo pensamos que era mejor ir a Madrid a quemar el último cartucho antes que ir a Zaragoza. Dijimos sí a Madrid y tuve la suerte de cortarle dos orejas al último toro. A partir de esa salida a hombros, volví a entrar en otros carteles de Las Ventas y salí dos veces en la temporada 2007 dos veces y otras en 2008.
REJONEADOR DE MADRID: Entré en el gusto de la afición de Madrid a partir de abrir la Puerta Grande tantas veces. Su afición me vio evolucionar, lo apreció. Al principio, lo que quería era triunfar y me guiaba más por el corazón que por la cabeza, iba y no sabía por qué. Fue un tiempo necesario para abrirme paso, hacerme un hueco, reivindicarme y, entonces, cambiar mi planteamiento y centrarme ya en torear como quería y, por tanto, disfrutar. Madrid me dio mucha confianza en este sentido. Me esperó y me aupó cuando demostré que lo merecía.
2008, EL AÑO DEFINITIVO: Fue cuando puse a casi todos de acuerdo. Empecé en Sevilla y corté siete orejas en las tres tardes que toreé. Otras siete corté en dos tardes en Madrid, cuatro en la Feria del Pilar, además de otros triunfos sonados en Jerez, Barcelona, Málaga, Arles, Nimes… Todas las plazas a las que iba, de primera y de segunda categoría, conseguí salir a hombros. Jamás pensé que pudiera sucederme a mí. Yo sabía que tenía una cuadra buena, que estaba preparado, pero todo cuanto empecé a conseguir desde ese año…
EN LA CIMA: Llegar a ella es posible cuando el público lo decide así. Son tus triunfos los que te acercan a ella, pero sólo estás en ella cuando te ganas el favor y la admiración de la gente.