Y Dios quiso que fuera Pintadito…

10/02/2023

JURIQUILLA
Oreja, silencio y dos orejas y rabo simbólicos
Campo Hermoso y Teófilo Gómez

 

“Dios quería que fuera éste”. Y “éste” fue Pintadito, el décimo toro de la noche en saltar al ruedo de Provincia Juriquilla después de un rosario de infortunios que se iban llevando por delante la suerte de una de las citas más especiales para Diego Ventura de su temporada mexicana. Porque era la noche de la alternativa de su muy amigo José Funtanet, una corrida vivida con la mayor expectación en casa de la que es su familia en México desde hace meses. Una noche que no podía terminar con sabor amargo. Porque su primer toro le había durado muy poco. Menos aún, el segundo. El que pidió de regalo, se lastimó en el primer encuentro con la cabalgadura y hubo de apuntillarlo en el ruedo. Así que solo quedaba la bala de Pintadito, que ni siquiera estaba en los corrales de la plaza, sino incluso en el camión.

Pero pidió Diego ese último cartucho, que más que cartucho fue un cañón. Un cañón de bravura desde que pisó el ruedo de la plaza. De movilidad y de exigencia, de embestir absolutamente entregado, sin dar un respiro a la cabalgadura. Lo fijó Ventura con Joselito sobre los cuartos traseros y sacó a Fabuloso. Y en uno de los primeros envites, el caballo perdió las manos y el torero cayó al suelo. Por suerte, el toro no hizo por ellos y todo quedó en un susto. Pero eso fue la mecha definitiva que prendió para desatar el huracán Ventura, ya jaleado por toda la frustración anterior. Y Diego se puso a torear como si no hubiera un mañana. Con Fabuloso, haciendo todo lo imaginable: de costado por dentro recorriendo el anillo entero, cambiando los perfiles una y otra vez con Pintadito exigiendo de verdad, quebrando y clavando casi sin distancias para que quebrar y clavar. Con Gitano, primero, en una inesperada pirueta de escalofrío para dejar colocado al toro antes de cobrar una muy ajustada banderilla al quiebro y batiendo al pitón contrario. Con Bronce después, reduciendo las distancias a la mínima expresión, poniendo los pechos y la cara del caballo, al ralentí, en la cuna de los pitones y dejando un soberbio par a dos manos sin cabezada. Y con Fado, sin bajar un ápice el nivel de entrega y de ambición, de pasión desmedida, en un carrusel de cortas al violín materializado en un palmo de terreno. Apenas le dio tiempo a tomar el rejón definitivo y ya estaba la gente pidiendo el indulto para el gran toro de Teófilo Gómez. Y no tardó nada el palco en concederlo. Dejó varios flashes de su torería innata con la muleta Diego Ventura para devolver al toro al túnel de su bien ganada gloria. Y mientras el torero se acordaba de aquellas emociones con Fantasma en la México en 2018, la medianoche ya de Juriquilla explotaba en fuegos artificiales. Justo como Dios había querido que sucediera…

Buen Amigo, de Campo Hermoso, se llamó su primer toro y en verdad que lo fue por su condición noble, aunque se apagó demasiado pronto, lo que restó mayor transmisión a la faena. Lo paró pronto y en la mano con Joselito, sobre los cuartos traseros, con eficiencia y torería. Ya en banderillas, lo hiló enseguida a su mando con Velásquez y lo toreó por dentro, muy templado, llevando sostenida la raza tan medida del animal que Diego, en cambio, multiplicó a base de llevarle muy cosido. Se iba parando el burel por momentos, pero no renunció nunca el rejoneador a conectar con los tendidos, llenos a rebosar, así que se metió una y otra vez entre el astado y las tablas, pasando cada vez por una rendija menor. También expuso con Bronce, toreando muy en corto, tanto que casi rozó alguna vez los pechos del caballo con los pitones de cuánto se metió entre ellos. Clavó muy despacio Ventura, que despacio se quedó en la cara con Bronce. Ya con Fado, coronó su actuación con un impecable par a dos manos, como impecable y muy ligado, y en un palmo de terreno, fue el carrusel de cortas al violín que precedió al rejón entero de pronto efecto para cortar una oreja.

Se debió hacer daño el segundo de su lote, Presagio, de Teófilo Gómez, con el rejón y se apagó de manera alarmante, lo que hizo imposible cualquier intento de lucimiento de Diego Ventura, a pesar de que lo intentó en banderillas con Fabuloso, Bronce y Fado después de recibirlo en los medios con Joselito. Silencio del público tras tener que echar pie a tierra el torero para descabellar, lo que le llevó a pedir el toro de regalo. Y fue entonces cuando se hizo la bendita locura del toreo…