Amor propio

05/03/2023
5/3/2023
OLIVENZA
Oreja y oreja
María Guiomar Cortés de Moura

 

Llovía a media mañana en Olivenza cuando Diego Ventura abandonaba el hotel, apoyado en dos muletas, camino de la plaza. Así las cosas, parecía imposible esperar el final triunfal de su estreno de la temporada 2023 en Europa tras su regreso de México. Pero apostaron los toreros por ir hacia adelante con la corrida a pesar de la meteorología adversa y ésta se celebró. Y apostó Ventura por estar en Olivenza a pesar de la fractura de peroné de la pierna derecha con que ha regresado de la campaña mexicana. Fue montarse a caballo y hacer olvidar todos los condicionantes físicos para trazar dos faenas impecables en el fondo y en la forma en la medida del diferente juego de sus dos enemigos hoy.

Una oreja cortó de su buen primer toro de María Guiomar, muy colaborador, tras una faena vibrante y siempre en tono creciente que comenzó de salida con Generoso. Pero fue nada más salir Nazarí al ruedo que la obra empezó a cobrar visos de importancia de la buena por el mágico sentido del temple de este caballo, tan importante en la vida de Diego en buena parte de estos veinticinco años de carrera artística. En plena forma Nazarí, embelesó la nobleza del astado para completar hasta dos vueltas al ruedo con la embestida cosida a milímetros del estribo del jinete. Sin un solo tirón, con un impecable sentido del ritmo, como si se tratara de una deslumbrante coreografía ensayada. Y no solo fue en el toreo de costado, sino también en cada batida al clavar para hacer de cada encuentro un lance de suavidad infinita. Disparó Ventura a continuación los registros de la emoción de su composición con Lío, en quiebros siempre tan al límite de todo: de apurar los tiempos, las distancias, los embroques, tan de poner a prueba la precisión de su doma y de su compenetración con los caballos. Que lleva meses -los que ha pasado en México- sin montarlos y con los que apenas ha podido tener algún contacto mínimo estos días con ellos dada su merma física. Nada de eso se notó para que cada quiebro con Lío, jugando con los terrenos y las querencias de su oponente, para que fueran como destellos maravillosos del toreo más emocionante. El cierre con Guadiana tuvo la continuidad exacta. Muy ligadas las cortas al violín antes de la rosa final. Cobró un rejón que precisó, no obstante, del descabello. Lo hizo Diego Ventura desde el caballo, ya que no podía echar pie a tierra, y también ahí y así demostró su maestría.

El segundo, también de Cortés de Moura, sirvió menos. Tuvo menos celo y, por tanto, menor colaboración, pero no por ello dejó el rejoneador cigarrero de extraerle todo el jugo gracias a una lidia total y muy inteligente. Con Nómada tuvo la capacidad otra vez del temple que nunca falla. Porque empapó al toro de caballo, se lo dejó llegar mucho para traérselo muy toreado y ahí, manteniendo esa distancia, lo condujo por todo el anillo en una vuelta completa. Mucho más de lo que cabía esperar nada más ver en el primer tercio la condición renuente del burel. Cada vez más a menos, de nuevo lo cuajó Diego con Lío al clavar al quiebro a partir de la misma clave técnica: llegarle muy a la cara para luego hacer la suerte en un palmo de terreno y siempre en la querencia del animal. En esa misma cercanía dejó tres cortas al violín y dos rosas para ponerle el broche a una faena de entrega sin condiciones. Pinchó antes de medio rejón y se alzó con su segunda oreja de la mañana. El esfuerzo físico mereció, pues, la pena. Su compromiso indudable con Olivenza y con su objetivo de hacer de ésta la temporada tan especial que merecen sus bodas de plata en el toreo.