Ventura no levanta el pie del acelerador

31/07/2018
CALASPARRA
Oreja y dos orejas
José Luis Pereda y La Dehesilla
Ganas de Ventura. Había ganas de Ventura hoy en Calasparra. Se le esperaba con entusiasmo, con ese fervor de los aficionados y del público a los toreros que a veces parece que se hubiera perdido. Aquella figura tan romántica de los partidarios… Esos fervientes seguidores de los toreros que les seguían y les aguardaban por las plazas, alimentada su expectativa por lo que los toreros vinieran haciendo desde años atrás y en cada tarde. Hoy se notaba en el ambiente de la tarde murciana que había esa expectación. Y no se trata de una sensación más o menos subjetiva, sino de algo real que se ponía de manifiesto en el calor -y no sólo el meteorológico- con el que la gente acogió al jinete de La Puebla del Río, así como también en las pancartas celebrando su presencia que se dejaron ver en el tendido. Era evidente que hoy en Calasparra había ganas de Ventura. Y no defraudó Diego, a quien tocó imponerse a un lote de toros complicados de José Luis Pereda. Por cierto, otra vez el rejoneador cigarrero apostando y dando cabida en sus carteles a ganaderías de encastes diferentes a los habituales. Hoy era la sangre Núñez a la que se midió Ventura en su afán por probar su capacidad y por ofrecer al público retos diferentes. En definitiva, por huir de la monotonía y tratar de dar a la gente que va a los toros aquello que van a buscar. Apuntado queda que hoy le tocó enfrentarse a dos toros que no regalaron nada, que exigieron del torero un paso al frente, tomar el mando de la situación, imponer el conocimiento al instinto. Tuvo más nobleza el primero de su lote en una faena de intensidad sostenida gracias al magisterio venturista que alcanzó su cenit en el tercio de banderillas en dos momentos concretos, los protagonizados por dos caballos nuevos -uno menos que otro- y que vienen a confirmar lo que ya no sorprende a nadie: que la factoría Ventura no conoce fondo. Uno de ellos es Fino, a más cada tarde. Un caballo que tiene enamorado, entusiasmado a Diego y que no hace sino alimentar también esas expectativas por la clase innata que derrama, el valor sincero que derrocha, los terrenos a los que es capaz de llegar y la forma tan sólida de hacer las suertes. Fino tiene algo especial que cada tarde que pisa una plaza se pone de manifiesto. El otro es Lío, cuyo nombre -lo ha demostrado hoy- no tiene nada de caprichoso. Es otro “invento” de Diego Ventura, otra apuesta, otra ilusión encendida. Un caballo muy nuevo que debutó hoy en ese tercio de banderillas y que ha demostrado que está llamado, precisamente, a formar muchos líos en más tardes de toros. Pinchó el torero antes del rejón definitivo y eso redujo su premio a sólo una oreja. Dos le cortó al segundo de su lote, un toro que marcó más las querencias, al que le costó más tirar hacia adelante y en cuyo fondo hubo de bucear el rejoneador para extraerle todo el partido posible. Ventura elevó el diapasón de su faena nada más sacar a la plaza a Nazarí, que tardó nada en hacerse dueño de la situación, en imponerse a lo agarrado al piso del ejemplar de Pereda y tirar de él con ese imán que domeña voluntades por más contrarias que sean éstas. Y se lo cosió a dos pistas para luego, sin solución de continuidad, clavar en la misma cara, batiendo muy al pitón contrario, dejándose casi rozar por los pitones, toreando a suspiros de ellos, pulseando las embestidas, las suertes, su toreo mayúsculo. Cumbre una vez más de Diego Ventura y Nazarí, una pareja de la que se hablará y se leerá en las conversaciones y en los libros sobre el toreo a caballo de siempre, el eterno, el que perdura, el que no se olvida, el que hace evolucionar este arte. Había conseguido Diego elevar al máximo nivel de intensidad la tarde en ese tercio de banderillas y lo sostuvo sin un ápice de merma en el último, primero, con las espectaculares levadas que son marca de la casa de Remate. Luego -propias también-, con las banderillas cortas que fueron cayendo en espiral, ligadas hasta el límite. Un extraordinario rejón final desató la petición cerrada del público de Calasparra, feliz porque había encontrado aquello que fue a buscar. A Diego Ventura, que no conoce de treguas cuando de pisar el acelerador de la ambición se trata. Y eso deja tras de sí un evidente rastro de más ganas de Ventura.