Ventura indulta al toro Perdido, de Los Espartales

17/09/2017
MURCIA
Dos orejas y dos orejas y rabo simbólicos
Los Espartales
Diego Ventura agranda su historia. Y con ella, su leyenda. Hoy, 17 de septiembre de 2017 -una escala más de su inmensa temporada- ha indultado al toro de nombre Perdido-22, de Los Espartales, nacido en septiembre de 2013 y de 535 kilos de peso. Diego se convierte así en el primer rejoneador que indulta un toro en España. Ya había sucedido antes en algunas plazas de Francia y de América, pero nunca en España. En España, una vez más, el primero es Diego Ventura. Y ha sido un toro bravo de verdad. Bravo a lo grande. Bravo porque todo lo que hizo, lo hizo con esa entrega que fluye a raudales y sin medida. Un toro que se dejó el alma detrás de cada envite. Que iba como un tren a cada requerimiento del torero. Pero como un tren que, al llegar a la jurisdicción del pulso con la cabalgadura, se atemperaba atendiendo a la forma en que el jinete le proponía las cosas: muy despacio, muy a compás, con un ritmo natural que le confirió a cada encuentro la naturaleza de monumento a la belleza. ¡Qué preciosidad de danza la de Ventura y Perdido! ¡Qué forma de darse uno y de crear el otro! Ventura se encontró con él por vez primera con Bronce y en este saludo ya pudo sentir que el toro tenía algo diferente. Esa alegría en su embestida, esa sinceridad, ese ritmo… Sacó entonces a Fino y ésa fue la base de una obra genial. Con Fino, arriesgó Diego al torear de costado tremendamente despacio y metiéndose por dentro con el espacio justo para ello. Fue el preámbulo de todo lo que vendría después. Una verdadera locura en tres banderillas de sensación, con las que el torero puso en pie los tendidos. Las dos primeras, batiendo en la misma cara. La tercera, a lo Sueño, andando hacia atrás mientras se dejaba llegar al toro para batir en el último instante y clavar. Las tres las culminó Ventura con otras tantas piruetas al hilo mismo de los pitones que fueron la mejor rúbrica posible: superar lo más con más todavía. Fue entonces el turno de Nazarí, con el que Diego firmó la enésima lección de toreo de costado a milímetros del galope del toro, componiendo un conjunto de insuperable homogeneidad y belleza. Porque se fundían en uno el torero, el toro y el caballo a los ojos sorprendidos de Murcia, ensimismada y entusiasmada a un tiempo. No había techo para los decibelios de la pasión porque sacó luego a Dólarpara dejar -otro más- un par a dos manos sin cabezada y al ralentí, marcando perfectamente cada uno de los tiempos de la suerte. Fue ahí donde se empezó a disparar la petición de indulto y Diego, que lo había disfrutado tanto, hizo algo que resultó definitivo para que a Perdido se le perdonara la vida. Echó pie a tierra y le enjaretó varias series de naturales tan soberbios y reunidos, tan lentos y repletos de deslumbrante torería, como todo lo que había hecho antes a caballo. La Condomina se convirtió en un manicomio de felicidad y el presidente accedió a certificar tamaña catarsis sacando el pañuelo naranja que hacía historia. La que acababan de protagonizar Perdido, Diego Ventura y cada uno de sus caballos empleados en la faena. Todos ellos habían escrito la historia del primer indulto de un toro en España a manos de un rejoneador. Más que generoso, justo, Ventura invitó a dar la vuelta al ruedo a José Luis Iniesta -el ganadero- y su mayoral con él y con el caballo Fino mientras mostraba las dos orejas y rabo simbólicos que le fueron concedidos. Ya antes, en su primero, Diego había cortado dos apéndices ante otro buen toro de Los Espartales, que recibió y paró con Campina clavando un solo rejón de castigo. Como tantas veces ya, Nazarí fue clave en la faena porque corrigió esa tendencia mansita que tenía el astado y, al torearlo a dos pistas y llevarlo tan encelado, sacó de él lo mejor de su fondo y lo hizo mejor toro. Y esto que lo aprovechó Lío en tres banderillas al quiebro sencillamente espectaculares. Porque citaba muy en largo Diego, que luego aceleraba el galope para, al llegar a dos metros de su oponente, frenarse y provocar la arrancada echando los pechos por delante. Era ahí donde quebraba en un palmo de terreno para clavar y salir airoso y triunfal. Clavó cortas con Remate y cobró Diego Ventura un rejón entero antes de un pinchazo, que no fue óbice para que se le pidiera y concediera el doble premio. Era el brillante primer acto de una historia en dos capítulos que en la historia quedan escritos. Y firmados a su pie con el nombre del Genio, Diego Ventura, que hoy ha agrandado su leyenda y, con ella, la historia del rejoneo en España.