Ventura reconquista el corazón de Murcia

16/09/2018
MURCIA
Dos orejas y dos orejas con petición de rabo
Los Espartales
Flotaba aún en el ambiente el recuerdo de aquel día tal como el de hoy -17 de septiembre entonces- en que Diego Ventura y Perdido protagonizaban en La Condomina uno de los grandes hitos en la historia del rejoneo: el primer indulto de un toro en ruedo español. La magia de aquel día permanece sostenida en el ánimo y en la entraña de la plaza, en su piel y en su alma. Se nota, se percibe. Claro que faltaba que, un año después, volviera a aparecer en ella su hacedor para que todas esas sensaciones afloraran como si todavía fuera entonces. Hoy ocurrió. Había un clima especial en Murcia, en el aroma de su aire. Y es que hoy, volvía Ventura a ella: el Genio y el escenario. Además, con toros de Los Espartales. “¿Por qué no puede volver a pasar…?”, un anhelo que latía en el inconsciente general… Era de justicia que la tarde arrancara con ese aliento unánime de apoyo para el torero de casa, Paco Ureña, ahora que pasa por un trance tan duro. Asomó la pancarta que rezaba #FuerzaUreña, compartida por todos, y la ovación debió llegarle a Paco hasta donde se está recuperando. Como seguro que le llegó –porque él lo conoce bien- el rugido de felicidad de su plaza en cada compás de la grandiosa faena de Ventura al sexto de la tarde. Un toro exigente de Los Espartales que el cigarrero se fue a buscar a portagayola con la garrocha montando a Lambrusco. Salió con pies el bravo y tuvo emoción ese primer encuentro. Fue el preámbulo de una obra excelsa, completísima, un dechado de toreo en grado sumo en cada uno de sus instantes. Ese toreo que Fino –otra vez Fino en Murcia, la plaza que le encumbró y que le descubrió para el gran público el día del indulto de Perdido, hace un año- reviste de una elegancia mayúscula. Hay empaque en Fino. Hay fondo, esencia. Tiene un dominio sutil de las suertes y llena la escena. Hay verdad y hay estética en cuanto hace. Y así estuvo también hoy. Aunque, quizá, el eje de esta segunda faena de Diego estuvo en Bronce, que ha rayado a un nivel sencillamente sideral. Viéndole, parece imposible que un animal tenga semejante capacidad, tamaña compenetración con su jinete, como para pisar con esa suficiencia y seguridad los terrenos que pisa. Que no son ya sólo los terrenos de la bravura, del oponente, sino aquellos en los que las propias leyes física se ponen en cuestión. Con Bronce, Diego Ventura bordea lo increíble. El caballo se vuelve elástico y se recoge sobre sí mismo para que, entre él y la nada, quepa el toro. Y es ahí donde surge lo que parece un puro milagro. Bronce hace milagros cada vez que torea como ha toreado hoy en Murcia. La faena de Diego ya destilaba aires grandes cuando salió Gitano, que le puso entonces ribetes de muy grandes. Su irrupción justo en este punto de la temporada es como un relámpago que lo ilumina todo. Sabe a diferente, a algo antes nuca visto. Si acaso, visto de otra manera, pero no así. Con Gitano, Ventura acredita que, no sólo no está todo inventado en el rejoneo, sino que siempre hay cumbre por escalar. De pronto, el jinete de La Puebla del Río ha traído a este tiempo aquello que hace décadas hacía Ginés Cartagena, pero evolucionado. Esa forma de clavar al violín después de quebrar y, sobre todo, hacerlo a la velocidad y en el sitio donde lo hace Diego es sorprendente y deslumbrante. Como quiera que el carrusel de cortas con Remate fue perfecto y que el rejón cayó entero y fulminante, es normal que Murcia le pidiera el rabo. No pensó lo mismo el presidente, que, eso sí, concedió de nuevo el doble premio que coronaba otra tarde mágica de Diego Ventura en La Condomina, alimentando así ese aura de especialidad que, de un año a esta parte, envuelve a esta plaza. Diego ya tenía la puerta grande abierta desde que le cortara también las dos orejas a su primer enemigo, que tuvo meno clase y otro tipo de exigencias. A ellas dio respuesta con la solvencia que le caracteriza. Fue un toro al que había que ganarle siempre la acción para que no te la ganara él, ser más rápido y más listo. Y lo fue, sobre todo, con ese prodigio tantas veces contado que es Nazarí, dueño de ese privilegio tantas veces también ponderado que se llama temple. Que es una varita mágica para quien lo sabe administrar. Cuando se trata de Ventura y Nazarí, el temple en el toreo adquiere registros superiores, más avanzados, y sólo eso explica lo que son capaces de hacer. Lío le puso la emoción de tanto ajuste a cada quiebro y Quillas, esa vuelta de tuerca al sentido del espectáculo que es tan del concepto venturista para hacer de éste, del espectáculo, un condimento más de la verdad que arrebata a los públicos. Todo ello se condensa en el cite con levadas interminables con que llega tan cerca del toro para clavar. Anduvo otra vez certero con Remate y mató de un rejón muy efectivo, que le valió para abrochar su conjunto y reconquistar, un año después, el corazón de una plaza, cuyo corazón le pertenece.