El mejor homenaje posible

26/09/2021

POZOBLANCO
Dos orejas y dos orejas
Luis Terrón

 

Como en julio y agosto, Diego Ventura culmina su también espectacular mes de septiembre con pleno de puertas grandes. La sexta del mes, la vigésima de la temporada en las veintiuna corridas que lleva toreadas. Un récord, pero también muchas cosas más. Resulta complicado definir su actuación en Pozoblanco sin caer en tanto de lo ya escrito en los últimos años, pero también en éste. La palabra que define cómo está el rejoneador de La Puebla del Río es plenitud. La plenitud de su ya pleno magisterio. La cumbre de la cima. El cielo sin techo de una trayectoria sideral, única e histórica.

Cuatro orejas hoy en Pozoblanco, como el mejor homenaje posible al maestro Paquirri, en el 37 aniversario de su muerte tras ser cogido en esta misma plaza. Le acompañó aquel día Vicente Ruiz El Soro, presente hoy en el tendido cordobés y que, incluso, intervino como improvisado clarinero. Genio y figura. Diego le brindó su primer toro y le expresó así públicamente su reconocimiento. Y como el mejor homenaje posible a ambos, construyó Ventura otra tarde excepcional ante su buen lote de toros de Luis Terrón. Al primero de ellos, al que paró con Guadalquivir, con lances bellísimos y dulcísimos, lo cuajó, sobre todo, en banderillas con Sueño y con Velásquez. El primero, sacando de sí su mejor versión recuperada. Sueño vuelve a volar y vuela haciéndole a los toros cosas increíbles. Por ejemplo, el terreno que pisa para volcarse sobre ellos y hacer las suertes con una autoridad deslumbrante. El segundo, no solo ya quebrando y saliendo de esos quiebros con piruetas donde más parece que no caben, sino también, toreando con toda su anatomía las embestidas con una clase absolutamente natural. Como quiera que Guadiana le aporta al cigarrero un sitio tremendo para ligar las cortas y luego para matar tan por arriba, las dos orejas fueron incontestables.

Inconformista Ventura, aún superó lo hecho frente al segundo toro de su lote, que paró y enceló con Joselito. Con Nazarí, una vez más, encumbró el sentido más pleno del temple para clavar batiendo y, sin solución de continuidad, llevarse cosido al estribo al astado y recorrer así el anillo de la plaza. Con Lío, clavó al quiebro en todos los tercios de la plaza y siempre haciendo la suerte distinta. Ya viniéndose muy de largo, ya citando muy en corto para hacer que el quiebro explotase como lo hacen los fuegos artificiales. Con Bronce exprimió hasta la última embestida del ejemplar de Terrón, haciéndolas suyas, apropiándoselas en una exhibición de temple, de valor y de capacidad para torear en terrenos por momentos imposibles. Otra vez con Guadiana fue un huracán con las cortas y un cañón con el rejón. Otras dos orejas para rematar la tarde que este 26 de septiembre y cuanto significa merecían. De maestro a maestros por los siglos de los siglos y en nombre de la gloria misma del toreo y quienes la esculpen.