Ventura abre la Puerta Grande de Málaga

20/08/2017
MÁLAGA
Ovación y dos orejas
Luis Terrón
¿Recuerdas, Diego, aquellas lágrimas del año pasado? ¿Aquel desespero tuyo, aquel vacío? ¿Recuerdas, torero, cómo te arropó Málaga en el camino de vuelta, a pie, hacia el patio de cuadrillas, dejando a tus espaldas la única puerta que cabe en tu horizonte? Era cuestión de tiempo que aquella deuda quedara saldada. Es muy tuyo eso de no dejar nada pendiente. Que tu alma, Ventura, se alimenta de retos, de sueños, de logros por conseguir. Y te quedaba Málaga pendiente desde el año pasado. Esa amargura que aún paladeabas y que necesitabas sacar de ti. Amargura de espina clavada en el orgullo de torero. El brillo opaco de aquellas lágrimas, Diego, se tornó hoy en luminoso mientras dabas la vuelta al ruedo a la Malagueta junto a Dólar. Honores para el caballo -otro más- que te está permitiendo cumplir las locuras que nutren tus sueños. Y luego a hombros, cuando Málaga te arropaba también, pero de otra manera tan distinta. Te llevaba en volandas para devolverte tanta felicidad como le acababas de dar en esa faena que ya forma parte de los anales de tus amores con esta ciudad. Un solo rejón de castigo dejó el jinete de La Puebla del Río a su segundo toro tras pararlo con Guadalquivir y comprobar que tenía ritmo y que le iba a servir. Lo acarició para encelarlo y fijarlo y luego cuajarlo de cabo a rabo en banderillas. Primero con Sueño, con el que dejó Diego para el recuerdo tres recortes por los adentros ante el tendido 4 obrando el milagro del desafío de todas las leyes de la física. “No cabe, no cabe”, se temía el público, al tiempo que medio se incorporaba de sus asientos… Y fue Ventura y se metió por donde todo el mundo pensaba que no cabía. Y sí cabía. Por obra y gracia de la genialidad, esa frontera que sólo pasan los elegidos que viven convencidos de que los límites existen para sobrepasarlos. Cruzó Diego con Sueño ese límite otra vez mientras Málaga, puesta en pie, se frotaba los ojos. Luego Nazarí prolongó la exhibición en Nazarí, en lo que Lío –esa estrella tan joven como estrella- dejó dos pares al quiebro de sensación haciendo la suerte en el brocal mismo del pozo donde la fortuna se juega a cara o cruz. Faltaba la joya de la corona y Diego Ventura se fue a por ella. Sacó a Dólar, le retiró la cabezada, tomó el par, se enfrontiló con el ejemplar de Terrón que se arrancó pronto y como un tiro cogiendo por sorpresa a todos menos al torero, que le endosó un grandioso par a dos manos. Quizá, el más perfecto de cuantos ha ejecutado ya este año con este caballo. Y el más emotivo. Y el más difícil también por cómo embistió el toro. Fue el culmen de esa emoción que le cambió las sensaciones a la Malagueta. Puso Ventura a continuación un carrusel de cortas al violín con Remate antes de pinchar arriba. El uy otra vez flotando en el aire malagueño. El “no puede ser otra vez”. Ese lamento que ya se clavaba en el ánimo… hasta que Diego Ventura aniquiló pesar alguno con un rejonazo de efecto fulminante tras el que la plaza se llenó de pañuelos. No dudó el palco en sacar los dos que saldaban la deuda pendiente de los últimos años del rejoneador con una de sus plazas favoritas. Por eso su alegría y su felicidad. También la de Málaga, consciente de haber sido el escenario de una de las grandes obras de Diego Ventura en esta temporada para el recuerdo. Una fuerte ovación recogió desde el tercio a la muerte de su primer toro, noble pero soso y que se fue apagando conforme avanzó la lidia. Lo paró con Lambrusco en un primer tercio medido con inteligencia, sin forzar ni obligar al de Terrón, sin que mediara un solo capotazo, todo hecho por Diego a base de colocarse y esperar su acometida, sin entrega y fría, que ni siquiera se encendió con los dos rejones de castigo. Otra historia fue cuando apareció Nazarí en la Malagueta. Ventura puso en juego el imán para todo tipo de toros que tiene este caballo en su corazón, se metió debajo del estribo al astado y recorrió con él la mitad de la Malagueta. Con ritmo pausado, pulseando el trote que tenía el toro, a compás, sin un solo destiempo. Ese milagro del temple que nunca falla y que Nazaríderrama y destila cada tarde de toros. Sin enmendar terreno alguno, enfrentó Ventura a su oponente y le clavó la primera banderilla citando muy en corto y completamente cerrado en tablas. Explotó la plaza ante el prodigio del cigarrerro, como después también en los dos siguientes rehiletes que clavó tras citar en ambos casos con un espectacular tierra a tierra y llegar mucho a la cara para batir y provocar la arrancada. Se terminó de apagar ahí el toro por más que le llegó una barbaridad Ventura con Fino. Culminó su faena con un muy ligado y reunidísimo carrusel de rosas. Pinchó antes de cobrar un rejón entero y tuvo que descabellar en una ocasión, lo que le privó de un premio mayor. Aunque ese premio mayor de verdad estaba por llegar. Era cuestión de tiempo. Como que Diego saldara la deuda pendiente de aquellas lágrimas que aún le dolían. Y el dolor -también el dolor- es lo que hace más grande la necesidad de sueños y de retos de los genios. Como Diego Ventura.