Una noche mágica

27/07/2022
SAINTES MARIE DE LA MER
Vuelta, vuelta y vuelta
Jalabert Fréres y Gallon Fréres
 
Torear a la caída de la tarde, en una plaza que siente el arrullo y hasta el olor del mar, con los tendidos llenos y un ambiente grande de expectación ante un pulso de dos toreros que se sabía intenso y sincero, sencillamente predispone. Crea esa atmósfera ideal para que las musas de la inspiración se hagan presente y, con ellas, emerja la magia. Esa magia que impregnó de principio a fin este trocito de Portugal traído a la Provenza francesa en forma de una corrida cargada de simbología. Fue una noche mágica, redonda, bonita de verdad y vibrante para los aficionados, para quienes no ha habido lugar a la tregua de las emociones. Una noche cargada de atractivos que Diego Ventura completó con tres vueltas al ruedo en clamor creciente. La primera, en recompensa a una faena de importante fondo técnico ante un toro remiso y que no se entregó nunca. Labor lidiadora la suya, paciente para pisar los terrenos adecuados donde exprimir las embestidas del toro. Lo hizo, sobre todo, con Velásquez, con el que llegó mucho a la cara para provocar las arrancadas y quebrar muy en corto. Tapó mucho Ventura la falta de entrega de su oponente con su estrategia de no permitir ni un solo segundo vacío de contenido durante su actuación, con lo que consigue meter sin remisión al público en la trama de su composición. Mucho más disfrutó con el segundo de su lote, al que realizó una faena de alta conexión con el tendido en base a ese concepto de lidia total que le es propio. Desde el recibo con Joselito, la faena de Diego fue impecable de principio a fin y alcanzó el nivel de soberbia en banderillas con Fabuloso y Bronce. Con el primero, cada banderilla al quiebro, tan ajustada su ejecución, fue un pellizco emocionante para el público. Que con Bronce, sencillamente, alucinó con esa forma de expresarse tan de Francia, ese “oooohhh” sostenido de admiración y reconocimiento que delata sorpresa y encanto. Lo de Bronce fue un puro prodigio -otro más- por su manera de torear yéndose a buscar y a provocar las embestidas tan en corto para, allí, dominarlas y ampliarlas. Torearlas, vamos. El par a dos manos sin cabezada, citado a escasos dos metros y a caballo completamente parado, fue uno de los grandes pasajes de una noche llena de pasajes grandes. La vuelta al ruedo fue tan multitudinaria como intensa la vivencia de la obra de Diego Ventura por parte del público galo. Aunque la sorpresa mayúscula, la que terminó de encandilar, llegó ante el tercero de su lote, el de más opciones de sus enemigos. Un buen toro mientras duró porque se terminó rajando en la parte final. Fue magistral cómo lo paró fijándolo sobre los cuartos traseros con Joselito. Compartió el tercio con Leonardo Hernández y ambos deleitaron. Pero lo de Ventura fue deslumbrante con Gitano y esa suerte recuperada de la memoria dejada por el maestro Ginés Cartagena, tan inusual, olvidada hasta que Diego la ha sacado del baúl de su fantasía para perfeccionarla. Bate mucho con el caballo cargando la suerte una barbaridad para, a continuación, cambiar el viaje y el sentido de la suerte y clavar al violín. Así una y otra vez con el “ooohhh” del público poniéndole banda sonora propia a la obra de jinete cigarrero. Una caja de sorpresas maravillosas toda la noche, un mago haciendo magia, un genio absolutamente inspirado.