Un huracán de toreo

27/08/2023

CUENCA
Dos orejas y rabo y oreja
Pallarés

 

Diego Ventura comenzó su apoteosis en Cuenca nada más salir el primero de Pallarés al ruedo porque ya la forma en que lo paró y lo fijó sobre la grupa fue sencillamente magistral. Se dobló con Guadalquivir en dos metros cuadrados, con el toro absolutamente encendido y acometiendo entregado. Un inicio explosivo y soberbio que marcó sin duda el nivel de intensidad de todo lo que vino después. Que fue mucho y muy bueno. Con Fabuloso clavó al quiebro de todas las maneras posibles. Ya fuera citándolo muy en largo para provocar el encuentro de poder a poder, ya a caballo parado y ejecutando la suerte sin avanzar un ápice, quedándose en el sitio, dejando que lo pitones del burel radiografiaran los pechos del caballo. Clavó sin cabezada con Bronce para después detener el tiempo al imbuirse y quedarse entre los pitones, girando a su alrededor, colocando la cara frente a frente a la mirada del toro, mordiéndolo, toreándolo en una maravillosa espiral de dominio prodigioso. Fue inmaculado el carrusel de cortas al violín con Guadiana y cobró un rejonazo certero que tumbó sin puntilla. Como la faena misma, los máximos trofeos fueron de libro.

Su segundo fue un toro muy pesado, en la báscula y en su manera de desenvolverse. Tubo que tirar de él no pocas veces, llegarle arriba para provocar su reacción y luego torearlo muy despacio. Como con Nómada, al que se le derrama el temple, lo tiene de serie, le es propio. Con esa clave de llegar mucho quebró en un palmo de terreno con Lío y después cobró un par a dos manos con Guadiana absolutamente catedralicio. Extrajo Ventura todo lo que subyacía en el fondo de este toro, al que le exprimió hasta la última embestida. Pinchó y el premio se redujo a una oreja.