Todo el toreo en un quiebro

17/09/2023

MURCIA
Oreja y dos orejas y rabo
Los Espartales

 

Que Murcia es territorio venturista lo dicen los hechos de cada año. El triunfo imponente de cada temporada. La faena para el recuerdo. La inspiración desatada del torero y la felicidad en la gente que ella genera. En esta temporada del veinticinco aniversario de su alternativa, no podía ser menos, así que aprovechó el genio que salió para él ese segundo excelente toro de Los Espartales y su puso a torear como si no hubiera un mañana, como si le fuera la vida en ello, como si en triunfar hoy le fuera el resto de su carrera, como si lo tuviera todo por demostrar… Y lo cuajó al quiebro, en un puñado de versiones diferentes de clavar quebrando. De poder a poder, citando en largo, dando todas las ventajas al toro dejándoselo llegar para clavar en el último instante… Y todos, con un control exacto de los tiempos de la suerte, en un despliegue absoluto de dominio y precisión. Pero hubo, sobre todo, uno a caballo parado y enclavado en los medios que fue una verdadera locura. Porque había cuadrado Ventura al toro lidiándolo por la cara y con los pechos del caballo, a milímetros la cara de uno y otro animal. Ya cuadrado, se perfiló muy en corto, se clavó en el ruedo y espero pétreo el instante mágico del embroque. Sin avanzar un milímetro del lugar, quebrando la embestida del ejemplar de Los Espartales con toda la anatomía del caballo, toreándola entera, de principio a fin, en un movimiento magistral a modo de coreografía soñada por la sutileza con que la cabalgadura sorteó la acometida del burel. Explotó la Condomina en lo que fue la cima de otra noche para el recuerdo de Diego Ventura en esta plaza. Aunque pinchó en primera instancia, cobró un rejón fulminante sin solución de continuidad que desató la petición unánime del rabo, finalmente concedido.

Su primero tuvo buena condición, pero le faltó mayor fondo. Fue la de Diego Ventura una faena de cercanías y compromiso por los terrenos que pisó, de buscar siempre cómo encelar las embestidas tanto en el toreo de costado por dentro como después reduciendo al máximo los espacios y el tiempo de las suertes. Culminó con un carrusel de rosas de impecable ligazón, pero pinchó y tuvo que descabellar, lo que redujo su premio a un apéndice.