Sublime

02/03/2022

ANDÚJAR
Dos orejas y dos orejas y rabo
Los Espartales

 

Nueva exhibición de Diego Ventura, nueva tarde magistral con pasajes sencillamente sublimes, sobre todo, con Fino y Bronce. Sucedió ante el segundo de su lote de Los Espartales. Un toro noble y colaborador que paró con Generoso, al que fijó y enceló con solvencia, midiendo su fondo para administrarlo a lo largo de una faena en tono creciente hasta alcanzar la cima. Que ya tocó con Fino, de nuevo por sus fueros, en una dimensión sideral, extraordinaria, por la manera en que toreó en todos los tercios. Ya en los medios, imponiéndose en la contraquerencia del astado, donde más le costaba, como más al abrigo de las tablas, dándole todas las ventajas, dejándoselo venir al tiempo que le perdía pasos hacia los adentros para reaccionar y provocar el encuentro cuando ya no había más terreno que explotar hacia adelante. El quiebro sobre los cuartos traseros, escalofriante, de impresión, prendiendo en el tendido la llama de una emoción que ya no se apagó nunca. Cada embroque fue una moneda al aire que Ventura se encargó de que saliera cara en un ejercicio de capacidad, no por conocida, siempre impactante. Pero aún quedaba lo mejor, que vino de la mano de Bronce, con el que Diego se sumergió en esos terrenos imposibles, con los pitones del toro de Los Espartales rozando los pechos del caballo, pasándoselos muy despacio porque no toreaba solo en el momento de clavar, sino que se quedaba en las suertes como deteniendo el tiempo, asomado siempre al vértigo de esas cercanías donde no cabe paso atrás posible. Lo hizo con Bronce con cabezada, pero también sin ella. Y no solo clavó a dos manos, prácticamente, a toro parado, sino que se envolvió con él en una espiral sin solución de continuidad, con la cara del caballo completamente entre los pitones, incluso, mordiéndolos, en una exhibición de mando, de poder, de control, de magisterio. Más aún, cuando lo toreó de costado, sin cabezada, toreando con las piernas, en un ejercicio brutal de compenetración con Bronce. Con la plaza rendida, coronó Ventura la faena con Güero, otra vez, invadiendo por completo los terrenos del toro para hacerlos suyos también. La concesión de los máximos trofeos fue incontestable.

Ya tenía segura la Puerta Grande tras cortar las dos orejas de su primero, que le ofreció menos prestaciones porque manseó. Se agarró al abrigo de las tablas y tuvo mérito el jinete de La Puebla al sacarlo y mantenerlo lejos de ahí hasta que no hubo más remedio, ya en el tramo final, de plantear la faena en su querencia. Esperaba el de Los Espartales y le llegó mucho con Velásquez y con Nómada después para hacer las suertes, paciente, convencido, clarividente. Vio el público las complicaciones del burel y, por eso, valoró lo hecho por Diego Ventura, que mató con solvencia y recogió su recompensa.