Sólo podía terminar así
AUTLÁN DE LA GRANA
No podía ser de otra manera: la temporada mexicana de Diego Ventura tenía que terminar así. Clamorosa, deslumbrante, arrolladora, pletórica. Sólo podía ser así. La plaza de Autlán de la Grana, llena hasta las tejas. Un ambiente excepcional, de expectación incontenible. Dos toros de Fernando de la Mora exigentes en grado distinto. Más áspero el primero, bravo el segundo. Y en medio de todo, él, Diego Ventura, el Genio que ha puesto boca arriba a México y que se vuelve a España completamente enamorado de un país que le ha regalado un puñado de meses inolvidables.
No podía ser de otra manera, tenía que ser así. El final, como el principio y como tantas veces mientras duró. Diego puso el broche perfecto a una campaña impecable. Fue su actuación de hoy un compendio de cuanto ha dado en cada una de las diecinueve tardes de esta vuelta al país azteca. Una exhibición en toda regla. A ello ayudó el buen toro de Fernando de la Mora que le tocó para cerrar. Por cierto, bautizado para la ocasión como Vuelve Pronto. Lo hará. Colaboró el burel y se rebozó Ventura en una faena excepcional que inició con Bombón y que elevó a su máximo nivel en banderillas con Bronce y Gitano. Bronce, para que el torero explicara que el temple es un tiempo al que siempre le cabe una vuelta más de ralentí. Gitano, para alcanzar la perfección con esa suerte que el cigarrero ha hecho suya después de rescatarla de su propia memoria y de su propia admiración a Ginés Cartagena. El remate de la faena con Prestigio fue el mejor colofón posible para que las dos orejas llegaran a sus manos. Como tenía que ser: al final como al principio.
Ya la faena de Diego a su primero fue sencillamente cumbre. Con momentos insuperables…, salvo por él mismo. Lo dicen los hechos, sus obras. Y lo atestiguan las fotos de Joaquín Arjona. Véanlas. Mírenlas. Recréense… Lo de Ventura con Bronce alcanza niveles de absoluta sublimación. Y no se trata de adjetivar, basta con contemplar, insistimos, las fotografías que retienen en el tiempo y dejan prendado en él para siempre la inmensa belleza de cada uno de los monumentos esculpidos por el torero de La Puebla del Río con el caballo de referencia de su cuadra en la pasada temporada y en lo que va de ésta. Ya de costado, no es que se metiera bajo el estribo al ejemplar de Fernando de la Mora, que, por cierto, no regaló nada y se mostró exigente, sino que casi se lo montó encima de tanto reducir hasta casi anular la distancias. Nada cabía entre el mando del jinete y su cómplice y la embestida altiva del astado, que apretaba y cambiaba su paso al tiempo que el pulso de Diego Ventura iba templando con una precisión difícil de imaginar si no se está viendo… Los tendidos de Autlán, llenos a rebosar, se encendían una vez tras otra ante el prodigio que Diego obraba con Bronce. Cada encuentro era una fusión total de la cabalgadura con el animal. La frente del caballo, rozando la testuz del toro. Ventura, roto y entregado, dejando hacer a Bronce, que se iba detrás de cada embroque con una pureza sin parangón. Antes, Joselito, en su debut en banderillas, confirmó que trae dentro una clase descomunal que se apoya también en un valor natural.
Al final de la corrida, se marchaba Diego Ventura a hombros de su propia gente, con las brazos abiertos y la cara prendida de felicidad. Soñaba con volver así a México y se cumplieron todos los sueños. Imposible pedir más. Desde el principio hasta el final.