Sin límites

19/03/2023

CASTELLÓN
Oreja y oreja
Los Espárzales

 

Diego Ventura se ha alzado hoy con su tercera puerta grande consecutiva en sus tres tardes desde que comenzara la temporada europea. Pleno total del rejoneador de La Puebla del Río, que sigue haciendo de cada compromiso una exhibición del momento excelso en que se encuentra. La de hoy en Castellón era su primera feria relevante en este inicio de campaña, su primera plaza de segunda categoría, y Ventura no ha hecho sino prolongar lo deslumbrantes que ya fueron sus triunfos precedentes en Olivenza e Illescas. Tuvo enfrente hoy un espléndido lote de toros de Los Espartales, de gran juego ambos, materia prima propicia para que Diego disfrutara como lo ha hecho desplegando lo mejor de su tauromaquia para felicidad del público levantino.

Una oreja cortó a cada uno de sus toros. El primero, bravo, excelente de verdad. Un animal que se movió con franqueza y que se expresó con un ritmo de seda que Diego Ventura aprovechó a lo grande. La clase que encerraba en su galope sostenido lo mostró el astado de Los Espartales desde el primer encuentro con Campina, pura clase que el torero acarició con el cuerpo del caballo como si fueran los lances de un capote. Su faena en banderillas fue un derroche de temple. Con Velásquez al clavar de frente apurando al máximo los embroques para luego salir de ellos con piruetas igual de medidas y casi con el roce de los pitones. Con Nómada, el hijo de Nazarí, la estrella en ciernes en la cuadra del jinete, toreó con delicadeza en el toreo de costado y con rotunda seguridad al quiebro al pisar terrenos de compromiso. Deslumbró Nómada, llamado a ser un puntal en la cuadra de Ventura, como él mismo reconoce. Remató lo compacto de este primer conjunto con el carrusel de cortas al violín con Guadiana para luego recetar un rejón final que fue suficiente y prólogo de su primer trofeo.

El segundo se lo cortó a otro buen toro de Los Espartales, noble y con movilidad también, que se empleó con celo ante las cabalgaduras. Lo paró de salida con Generoso, fijando su embestida sobre los cuartos traseros del caballo antes de construir con Nazarí un ejercicio soberbio de temple mágico al hilarse al toro al estribo y recorrer el anillo completo con el burel sostenido siempre a la misma distancia mínima del mando de Ventura. El otro prodigio vino a continuación con Lío y aprovechando la prontitud y sinceridad con que el cuatreño atendía a los cites del rejoneador. Cite de parte a parte de la plaza para dejárselo venir mientras le perdía pasos hacia atrás, clavarse, esperar la llegada definitiva del toro, quebrarle en un metro cuadrado y clavar de manera espectacular. Un derroche de precisión y de confianza, de valor y de compenetración con el caballo que puso definitivamente los tendidos en pie. Y ya no se sentaron porque de ello se encargó Diego Ventura con Bronce, toreando completamente metido en los terrenos del toro, asomándose al precipicio de la cuna de los pitones, dándole los pechos al de Los Espartales y quedándose ahí una eternidad. El broche fue el par a dos manos sin cabezada también con Bronce. El carrusel final con Guadiana fue entonces con las rosas y solo los dos pinchazos previos al rejón definitivo le impidió cortar las dos orejas.