Sea donde sea

08/09/2021
8/9/2021 DON BENITO
Dos orejas y dos orejas y rabo
María Guiomar Cortés de Moura
 
La vuelta a corrales del cuarto toro de la tarde, indultado por Juanito, parecía haber partido en dos la tarde, que iba como un cohete desde que Diego Ventura la inaugurara a lo grande al cortar las dos orejas de su primer toro. Porque tardó mucho ese toro en regresar a su ganada libertad. No había manera de que se fuera de la plaza. Media hora larga buscando sin suerte cómo hacerlo. Una vez conseguido, se hizo sobre la plaza una cierta losa y aquello había que remontarlo. Ningún problema: era el turno de Diego Ventura. Y Diego Ventura, no es que remontara la -ya- noche, sino que la reventó. Y lo hizo con otra de las grandes faenas de la temporada. Sea donde sea, da igual la plaza: Ventura hace grande, inmensa, la ocasión por sí mismo. Y con Joselito, fijó y enceló al segundo Cortés de Moura de su par sobre una losa, doblándose en un palmo de terreno. Temple puro. Ese mismo temple que Velásquez elevó al infinito en otra demostración de cuánto está creciendo en su primera temporada en la élite, toreando a diario. Clase pura, pura categoría. Cómo torea las embestidas y cómo llega al precipicio para hacer las suertes donde las suertes lo son. En ese punto, Diego ya tenía a la gente encendida de nuevo, sabedora de que estaba viendo algo extraordinario. Con Sueño, con el mejor Sueño, lo extraordinario se convirtió en magia. En ese no se qué distinto a todo que destila Sueño. Su poder, su empaque, su valor, su capacidad para encelar y torear de costado la embestida que era remisa. Y para ajustar los espacios para meterse por dentro, entre el toro y las tablas, donde casi no había espacio. Y para, tras hacerlo, enfrontilarse a dos metros, reclamar para sí la embestida entera, el toro entero y, entero, torearlo a la par que clavaba. Sublime. Lo dicho: el mejor Sueño. Bronce hizo de Bronce una tarde más, es decir, puro prodigio y con Guadiana explicó Diego Ventura cómo se puede ligar un carrusel de cortas al violín en el terreno donde cabría pensar que solo da tiempo a dejar una. Aunque la cima con Guadiana vino con el rejón de muerte. De frente y por arriba. Perfecto. Por eso el toro cayó como una pelota. Y por eso las dos orejas y el rabo. Y por eso Diego es Ventura: porque talla obras grandes sea donde sea. De inicio puso enseguida la tarde de su parte al desorejar al primero de sus oponentes, un excelente toro de Cortés de Moura, con un son templado en su manera de moverse que fue un caramelo que el rejoneador cigarrero paladeó desde el primero de los compases con Guadalquivir, con el que lo toreó como si ya estuviera en banderillas. Lo enceló hilándoselo a la cola del caballo y girando en dos metros cuadrados y, tras clavar el rejón, lo toreó a ralentí ya de salida, dejándoselo llegar desde muy largo, perdiendo terrenos la montura para darle toda la ventaja al toro y prácticamente lancear con el cuerpo del caballo muy pegado a tablas. Fue solo la declaración de intenciones, que se confirmó en su grado más alto ya en banderillas con Fabuloso y el derroche, eso, de temple, de pulso, de capacidad para afinar el ritmo sinfónico del animal, ya fuera en el toreo de costado por dentro, ya a la hora de embrocar, batir y clavar tan armónicamente con el caballo que es una de las sensaciones de su temporada. Esa clase del toro la exprimió también Diego para jugar con los espacios imposibles con Lío al quebrar dejándose llegar tantísimo al astado después, como en el primer tercio, de darle todas las ventajas perdiendo pasos atrás. Mantuvo Ventura con Guadiana en el último tercio el mismo son templado de toda la faena y la precisión más exquisita al ligar el carrusel de cortas sin enmienda alguna, con una continuidad absoluta y al clavar un par también de cortas a dos manos, en lo que se convirtió en un prodigio de doma y compenetración con el caballo. El rejón entero tiró al burel sin puntilla y las dos orejas cayeron implacables.