
Otra vez Arles
ARLES

Así las cosas, la tarde ha sido como un ejercicio de desnudez del artista, de refijar sus valores, sus principios, aquello que busca para trascender. Esa necesidad suya de seguir sacando caballos nuevos, cada uno de ellos con virtudes propias. El reflejo que encuentra y que muestra de animales pretéritos que ya fueron importantes, su mirada siempre a los maestros que le fueron espejos, la necesidad de dotar de sentido a su historia más allá de la acumulación de tantos y tantos triunfos. Todo en Ventura tiene una lectura más allá de lo que ven los ojos. Por ejemplo, que a Ilusión le viene el nombre como anillo al dedo. Porque ilusiona ver que un caballo tan nuevo todavía es capaz de apurar tanto la suerte final de las suertes y quebrar al borde mismo del precipicio. Porque deslumbra la facilidad de Guadiana para ese momento determinante de la suerte final. Remate ya tiene quien le discuta el dominio en ese último tiempo. Guadiana tiene el temple innato que marca las diferencias. Y porque Capote, que existe porque antes existió Dólar, está llamado a seguir su paso. Toreó sin cabezada ante el exigente quinto de Los Espartales y nunca se arredró ni se mostró inseguro. Todo lo contrario, habita cómodo en ese lugar que quema tanto porque ahí no caben errores.
Y a todo eso, la serena madurez de Bronce para fijar y tirar con su inmensa capacidad del primero de Los Espartales, que no tuvo clase; el temple mágico de Nazarí, capaz de conducir de costado y casi al paso al toro de Prieto de la Cal, que terminó siendo menos de lo que se esperaba; el prodigio de Lío para imponerse en todos los terrenos, ciñendo los embroques al máximo; y la singularidad de Gitano, pura factoría Ventura. Y como Lambrusco y Campina, que de salida midieron con pulso milimétrico la condición de los tres toros. Cada uno de ellos sacó lo mejor ante tres oponentes que fueron tan distintos. Noble pero sin clase el que abrió la tarde; apagado y sin transmisión, el de Prieto de la Cal y exigente el quinto de Los Espartales, encendido, con teclas que tocar y que no permitía el menor error porque buscaba siempre ganar la acción. Emergió ante ellos tantos registros de Diego Ventura como alumbran su honda capacidad hasta redondear la tarde con tres orejas sin discusión y renovar su química con Arles. Era una tarde especial, para nada una tarde cualquiera. Una tarde que ha sido un bálsamo para su alma, ahora que más falta hacía…