Osuna, el retorno a la fantasía

01/08/2020
1/8/2020
OSUNA
Dos orejas y oreja
Diego Ventura

 

En la hora de la vuelta, emergió el Diego Ventura sorprendente y deslumbrante que el público espera y aún más. Siempre esa vuelta de tuerca a su propia fantasía para seguir diseñando un concepto sin parangón. Nunca antes y quién sabe cuándo más. A nadie deja indiferente. Es la garantía más cierta de expectativa cumplida con la que el espectador se enfrenta a una tarde de toros del genio de La Puebla del Río. Más aún, después de tantos meses de forzada inactividad. Que hasta llegó a pararse la vida por culpa del virus, pero nunca la capacidad creativa de un artista que vive en el afán por abrir caminos nuevos. Lo vio Osuna, con sus tendidos llenos hasta donde podían llenarse dadas las circunstancias. A ver quién niega que hay ganas de toros…

Todo lo relatado se resume en la nueva ilusión que ilumina el diario de Diego. Se llama Capote y torea con el alma. Ventura le susurra, le sugiere, le enseña el camino, y el caballo se va detrás de una capacidad deslumbrante para torear. Lo hizo sin cabezada. Apenas mandado por las piernas del torero. Muy despacio. Nada de pasar como un rayo. Con Capote, Diego Ventura se echa a dormir entre los pitones del toro para soñar el toreo. Fue deslumbrante ante el noble que hizo quinto, como el segundo, de su propio hierro. Lo dejó entero de salida al clavar un solo rejón con Joselito. No quería que se le apagara tan pronto como lo había hecho el anterior de su par y, por el contrario, sí ir esculpiendo su buen fondo. Del que se sirvió para torear con mesura y tacto de costado con Sueño, metiéndose por dentro en espacios reducidos. Llegó entonces Capote y su exhibición, la plena compenetración del hombre y el animal. El mismo idioma. El mismo lenguaje. Una pasada que coronó con Remate clavando cortas al violín prácticamente al paso. Lástima que no fuera suficiente el rejón que cobró y que tuviera que usar el descabello, porque olía a premio de rabo lo que terminó siendo una oreja.

Ya tenía abierta la puerta grande al desorejar a las primeras de cambio al toro que abrió plaza, temporada y etapa. Lo esperó a portagayola con Campina y dejó un solo rejón para medir al toro, que apuntó poca duración. Se paró pronto y eso le llevó pisar terrenos de compromiso con Bronce, antes de clavar al quiebro casi a toro parado, con Lío. Eso, el quiebro, era, al tiempo, el cite y el embroque. Sin consumir espacio alguno. Virtuosismo puro. Como luego en el par a dos manos sin cabezada con Dólar y sin ayuda alguna del astado, muy contemplativo. Pero lo hizo Diego, que presentó en público a Guadiana, el segundo estreno de la noche en Osuna -el primero en orden- para ejecutar las cortas con solvencia y rematar de un rejonazo entero con el mismo nivel de fiabilidad. Recorrió feliz Diego Ventura el ruedo, como saboreando tanto tiempo esperando esto, como sintiendo que por fin llegó el modo en que mejor se expresa: en los mundos de la fantasía.