No le busquen explicación: es Ventura

 
30/06/2019
ZAMORA
Ovación y dos orejas y rabo
Romao Tenorio
 
¿Qué alimenta el ansia insaciable del líder que siempre quiere más? ¿Qué le nutre la mente, el corazón y el alma para no dejarse arropar nunca en brazos del conformismo? ¿Qué le ilumina la inspiración para encontrar siempre más motivaciones, retos nuevos, techos más altos? Preguntas a las que, quizá, no merece la pena buscar respuesta ni explicación porque todo vive en la sangre de quien sencillamente es Diego Ventura: un elegido, un genio, un torero de los que marcan la época en la que viven. Y es justo esto lo que está sucediendo en este tiempo al que el jinete de La Puebla del Río le ha puesto su nombre y apellido. Ya nadie lo duda ni lo cuestiona. Y, para más inri, los hechos, siempre tozudos, lo constatan a diario. Y no son frases, palabrería, sino hechos: en los tres días consecutivos de toros con que Diego ha culminado el mes de junio, ha cortado siete orejas y un rabo y ha salido a hombros en las tres –Algeciras, Segovia y Zamora- tras ofrecer una dimensión creciente en cada una de esas tardes. El culmen de las tres ha sido la faena al quinto toro de Romao Tenorio de hoy en Zamora. Un animal geniudo y aguerrido, que, sobre todo en banderillas, cuando lo sobaba y lo dominaba el temple de cristal de Nazarí, se elevó de tal manera de los cuartos delanteros que alcanzó a poner los pitones a la altura de la cintura del rejoneador. Se sentía podido y se defendía, protestaba con brusquedad, a lo que la cabalgadura respondía con pulso de porcelana de la más cara en un pasaje de toreo a costado sencillamente sublime. Cambiaba el toro en su paso a cada paso, variaba su ritmo, la fuerza de su acometida, pero mantenía Nazarí su compás, sin dejar que se descompusiera el envite, manteniendo mínimo el hilo invisible con el que llevaba atado a su mando lo arisco del toro. Impresionante. Deslumbrante una vez más por más veces que Ventura y Nazarí lo hayan hecho tantas veces. Un ejercicio magistral de mando y de dominio bajo la máxima de la pureza del toreo reunido hasta donde no se puede más. Siguió el cigarrero su exhibición con Bronce, cruzando un poco más la línea que distingue lo extraordinario de todo lo demás, fundiéndose la cabalgadura con la actitud reservona y agria del burel, que respondía como a taponazos, para corresponderle con más pulso, con más seda, con más corazón, todo ése que es fundamental para pisar los terrenos que Diego Ventura pisa con Bronce. Faltaba la rúbrica, la mecha que terminara de hacer saltar todo por los aires y eso pasó con Dólar y otro sublime par a dos manos sin cabezada, que crujió a Zamora. El último tercio con Remate fue inapelable, ligadísimo el carrusel de cortas y rotundo –ahora sí- el rejón de muerte que ponía al astado como a la plaza: boca arriba. El aguacero de pañuelos blancos halló en poco la correspondencia lógica de los máximos trofeos. No le busquen explicación: es Diego Ventura. El rejón de muerte le jugó una mala pasada en su primero, toro exigente al que bajó los humos de salida con la clase de Joselito para luego componer un tercio de banderillas, donde lo mejor llegó con Lío y varias banderillas clavadas al quiebro luego de provocar las embestidas en el mismo punto en que comenzaba la batida. Llegaba a la cara Ventura, frenaba en seco la búsqueda de la arrancada justo a la par que ésta se producía para que Diego quebrara, se pasara al toro de una punta a otro de los pechos y dejara los palos arriba. Eran como truenos en medio del caluroso bochorno de la tarde. Mantuvo el nivel con las cortas a lomos de Remate ante de que se sucedieran varios pinchazos que lo frustraron todo. Fue faena de premio sin premio. Aunque para premio gordo, lo que vino después y que contado queda. ¿Que de dónde nace el impulso que lleva a un hombre que ya lo ha hecho todo a querer más, siempre más? Ya saben: no le busquen explicación, se trata de Diego Ventura…