Las cosas en su sitio

Puede que le doliera todo el cuerpo por dentro después del tremendo costalazo que sufrió al quebrar en banderillas con Milagro a su primero. Puede, porque es humano, que le quemara cada secuela de tan tremendo golpe. Pero, lejos de demostrar dolor alguno, lo que le hervía era la sangre mientras contaba los minutos que quedaban para que llegara ya su segundo toro. Ése que, saliera como saliera, era el toro con el que tenía que poner las cosas en su sitio. Lo llevaba prendido Diego en la mirada: nada había a su alrededor en ese tiempo de espera, sólo su ansia por volver a salir, torear, soñar, hacer soñar y triunfar a lo grande. Que sólo así se apacigua la candela de los más grandes… Salió el quinto toro de Fermín Bohórquez, Dudanada-20 de nombre, un buen toro, y Ventura lo cuajó de principio a fin. Primero, al pararlo con Lambrusco, probando, midiendo y templando ya desde el primer encuentro la embestida acompasada del cuatreño. Dos rejones de castigo dejó antes de meterse de lleno en la locura de un tercio de banderillas memorable. El público del coliseo de Arles se puso en pie y así vivió ya toda la faena desde que Roneo se puso a torear de costado absorbiendo por completo la embestida del de Bohórquez al que remataba cada vuelta metiéndose por dentro dándole la grupa y cambiándole el costado en lo que más parecían verdaderos muletazos rebosantes de torería. Ese ole profundo y distinto de Francia sonó como si retumbara en el eco de las marimas de La Puebla del Río… Para no dejar que la gente saliera de la fantasía que vivía, Diego Ventura sacó a Ritz para clavar dos banderillas al quiebro imposibles por ajustadas, porque no se puede llegar más a la embestida del toro, ni invadir más su terreno para provocar la arrancada, ni contener todos los tiempos de suerte tan comprometida en el espacio mínimo donde los milagros se tornan quiebros para Ventura. Crujió la piedra de las Arenas al tiempo que Diego salía de esos dos embroques con la mirada ya derramada de felicidad y abrazando y besando a su caballo, ése que explotó al final de la temporada pasada y que promete ser una de las sensaciones del año venturista. El carrusel de cortas con Remate tuvo la ligazón exacta y la culminación de las rosas, todo ello preámbulo de un rejonazo certero y definitivo que, ahora sí, ponía las cosas en su sitio. No sólo el doble premio de las dos orejas recogió Diego al recibir su premio: sobre todo, la admiración y entrega emocionada de Arles puesta en pie… De alguna manera, todo ello había quedado pendiente tras la lidia del primero. Otra obra extraordinaria del torero de La Puebla del Río con el único pero de un pinchazo antes del rejón final y que el toro tardara demasiado en caer. Antes de eso, Diego compuso otra faena de altísimo nivel que empezó también con Lambrusco en el recibo y que prosiguió con Nazarí y ese prodigio que es su capacidad para encelar, prolongar y conducir todo tipo de embestidas galopando a dos pistas. Como este primer toro de Bohórquez, Renacuero-29, era noble y se prestó al envite, lo de Nazarí fue, otra vez en la mañana, una locura y una sinfonía de toreo a caballo por su manera de recoger, de abarcar y de acompasar hasta el vértigo las acometidas del cuatreño. Clavó tres banderillas Ventura con Nazarí para luego montar a Milagro, con el que el torero sufrió una caída en uno de los quiebros que instrumentó, lo que tuvo la angustia de dejarle por un momento a merced del toro. Por suerte, todo se redujo a ese gran susto y al porrazo, no menos grande. Que, dicho queda, dolería por dentro, pero que no mermó un ápice el hambre de Diego por rematar su faena a lo grande. Lo había dejado así dispuesto tras el carrusel de cortas con Remate, pero, como quiera que pinchó una vez antes del rejón final y que el toro tardó en caer, el público se enfrío y dejó sólo en una fuerte ovación su premio. Ahora ya eso da igual: estaba Diego Ventura para terminar poniendo las cosas en su sitio…  
28/03/2016
 Arles
 ovación y dos orejas
Fermín Bohórquez