La plenitud del eterno inconformista

17/02/2018
VILLALUENGA DEL ROSARIO
Dos orejas
Casa Prudencio
Es hijo del mítico Opus 72. De hecho, es uno de sus últimos descendientes. Perteneció a Rui Fernandes hasta que Diego Ventura lo adquirió. Se llama Alcochete y goza de todas las ilusiones puestas en él del jinete de La Puebla del Río, que eligió hoy Villaluenga del Rosario para su debut. La misma plaza donde ejecutó el año pasado por vez primera el par a dos manos sin cabezada con Dólar. Una plaza que es una delicia y, visto su bajío, un talismán también para que Ventura despliegue sus grandes esperanzas de cada inicio de año. Porque Alcochete ha sido la sensación de la tarde. El impacto. La enésima demostración de lo fértil de la factoría Ventura, ese pozo sin fondo… Viniendo de las manos de Diego cabe esperar todo, pero ver el día de su estreno en una plaza de toros a un caballo irse tan de frente como hoy ha hecho Alcochete, apurar tanto el embroque, provocarlo con los pechos, torear con ellos y hacerlo despacio en batidas y quiebros eternos y perfectos, no puede nunca dejar de llamar la atención. Y ha pasado. Ha vuelto a pasar. Para deleite del público que casi llenó los tendidos y que ha tenido ocasión de sentir ese pellizco sin igual de la emoción que surge tan de dentro. Y volvió a pasar después, con Dólar. Otra vez con Dólar en Villaluenga del Rosario. Donde nació a los ojos de todos la fantasía de esa fantasía que es el par a dos manos según Diego Ventura, que es como nunca lo hizo nadie. De despacio, de reunido, de expuesto, de tan mejorado en su técnica. Ha pasado un año -casi un año- y la suerte ha crecido hasta multiplicarse por mucho. Como crece Dólar, otro caballo de moneda nada corriente. Los ya narrados fueron los pasajes álgidos de otro despliegue de tantas cosas del torero cigarrero. Por ejemplo, de pulso tan acompasado por más que la temporada se esté desperazando con Campina, de salida, al parar y embeber al novillo de Casa Prudencio. Y como luego con Bronce, que se hizo dueño de los terrenos para dominarlos y torear a placer en ellos. Y como con Remate, ese último disparo tan certero, tan afinado, en un carrusel de cortas al violín al que Ventura se entregó como si ya no supiera cuándo es la próxima. Es su esencia, el motor del eterno inconformista. Hoy apareció Alcochete y los hechos le dieron la razón a Diego. Otra vez.