La perfección existe

04/01/2023
4/1/2023
YURIRIA
Ovación y dos orejas y rabo
Cerro Viejo

 

No había tenido suerte Diego Ventura con su primer toro y necesitaba resarcirse y comenzar a sumar a lo grande en el recién inaugurado 2023. Fue entonces cuando se encontró con Agustino, un gran toro de Cerro Viejo, que embistió con tanta emoción como clase y, sobre todo, temple innato, material propicio para que el genio de La Puebla del Río bordase el toreo. Que lo hizo desde que, en el primer envite, sintió las hondas posibilidades de su compañero de baile al recibirlo y pararlo, como quien acaricia, con Joselito. Fue el prólogo de algo realmente hermoso y cautivador. Una composición maravillosa que fue siempre a más. Desde el templadísimo toreo por dentro con Velásquez, tan cosido el toro al estribo del torero, tan sostenido su ritmo, cambiando de costado del caballo como si bamboleara los vuelos de una muleta mágica. Y, por supuesto, con el toreo hecho sobre el alambre de lo imposible con Bronce, que conquista terrenos y espacios que nadie pareciera advertir hasta que Ventura y Bronce demuestran que existen para dominarlos por completo. Cómo es posible que quepa tanto en tan poco… Se entregó con pasión la gente al toreo de Diego con este caballo que es un verdadero prodigio de la naturaleza, de la torería y de la simbiosis con el hombre, con su torero. El epílogo fue portentoso igualmente con las cortas y las rosas montando a Fado antes de recetar un impecable rejón final que fue la rúbrica perfecta. En loor de multitudes recorrió y compartió Diego Ventura la vuelta al ruedo con el ganadero de Cerro Viejo, Alfonso Franco.

Había pinchado antes Diego la faena a su primero, al que tuvo que entrar a matar echando pie a tierra de lo complicado que se puso el toro por lo aplomado que llegó a esos últimos compases. Y es que el ejemplar de Cerro Viejo, que salió con muchos pies en el recibo con Joselito, se fue apagando por momentos hasta terminar muy cerrado a tablas y, por tanto, complicando cada vez más la labor de Ventura. Que se la jugó sin excusa alguna, como de costumbre, y que buscó siempre al toro y le llegó muy arriba en embroques de notable compromiso para clavar, ya en banderillas, con Eco y Gitano. Con el primero, de poder a poder y, como queda reseñado, llevando al límite el momento cenital de la suerte, ejecutándolo en distancias muy cortas. La explosividad llegó con Gitano en banderillas al quiebro y al pitón contrario, de igual modo, revestido de la incertidumbre por la espera infinita del toro. Porfió y ganó Diego, que, ya en el último tercio, cobró un soberbio par a dos manos con Fado.