La luz que apaga todas las sombras

06/09/2019
CABRA
dos orejas, ovación y dos orejas
Soto de la Fuente
 
Se hizo de momento la sombra en el cielo de Cabra, e incluso, lloviznó. Y aparecieron paraguas como si fuera ya noviembre. Pocos, pero algunos. En medio de ello, encendió Diego Ventura todas las luces de la tarde por la vía de una actuación sólida e impecable, firme y por encima de los circunstancias del juego a menos, sobre todo, de su segundo y tercer toro –la corrida se quedó en mano a mano por la baja por lesión de Andrés Romero-, que fueron muy deslucidos. No fue óbice para que el jinete de La Puebla del Río planteara dos trasteos en los que el tiempo y el ritmo los impuso él. Respondiendo con verdad a las cuestiones que le planteaban sus oponentes. Anticipándose a la acción cuando se le ponían por delante –tanto como hizo el cuarto- o yéndose a buscarlos cuando desistían de la pelea –como fue propio en el sexto-. Al primero, que paró con Joselito, jugándosela en cada encuentro con Lío al quiebro o soportando con Frascuelo los envites destemplados del ejemplar de Soto de la Fuente, además, concediéndole la ventaja de sus terrenos. Al último, que saludó con Campina, conquistando los terrenos al límite que conquista la capacidad de Nazarí, tan cerca y tan despacio, como luego clavando a dos manos sin cabezada con Dólar a base de llegar al toro muy despacio, dejarse ver, e incluso, recoger en la corta distancia y clavar volcándose sobre el morrillo de tanto como esperó el animal. La diferencia fue que a éste sí lo mató, de ahí las dos orejas, que, justo por pinchar, perdió en el segundo de su lote. El toro con el que sí tuvo ocasión Ventura de disfrutar fue el primero de sus tres, que tuvo clase y buena condición. Ello le permitió llegarle una barbaridad con Fino e instrumentarle muletazos a cuerpo limpio de una enorme clase y lentitud. Luego, con Bronce, cruzó Diego todas las fronteras de lo posible al pasar una vez más la linde de los terrenos que, por pura ley física, corresponden al toro para hacerlos suyos y fusionarse con él de lo cerca que se lo pasa y del tiempo que se queda metido en la cuna de los pitones. Pueden verlo en las fotografías que ilustran esta crónica: no cabe más ajuste. Tamaña demostración de poder y de capacidad concluyó con un rejón entero que le abrió a las primeras de cambio las hojas de la puerta grande de Cabra. Lloviznaba desde un cielo cubierto de sombras, hasta que Diego Ventura prendió todas las luces a la tarde.