A hombros de un momento deslumbrante

10/09/2018
NAVALUENGA
Oreja y dos orejas
Charro de Llén
Siete corridas toreadas, seis puertas grandes abiertas en ellas. Un dato elocuente. Un valor con mucho contenido. Es el registro de Diego Ventura en lo que va de mes de septiembre. Salió de casa para torear el 1 de septiembre en Almazán y aún no ha vuelto. Como en otros tiempos. Y aún le queda hasta el próximo domingo en Murcia. Pero, por ahora, seis salidas a hombros en siete tardes, entre las que hay que considerar a la de Albacete ayer, suspendida por la lluvia cuando Diego iba a lidiar su segundo toro. Sólo eso, la meteorología, le ha impedido hacer pleno en este otro mes determinante de la campaña. Definitorio. Determinante. Así está Ventura en este año tan grande. Hoy ha seguido adelante con su racha en Navaluenga, donde estuvo muy por encima del juego de su lote de toros de Charro de Llén, lo que no es nuevo, pero significativo también. Así es como está el rejoneador de La Puebla del Río. Arrollador, superior. Le ayuda su cuadra imponente, por supuesto, fruto de su trabajo, de su talento, de su capacidad para ver dónde está la raíz y el secreto. Muchas veces es Nazarí. Casi siempre, Fino, Lío y Dólar. Y, de un tiempo a esta parte, Guadalquivir, Bronce, Quillas y hasta Gitano. En la cuadra de Diego no sólo hay presente, sino futuro en tiempo presente. Una nómina de animales superdotados como nunca antes. Y eso también suma y construye. Como hoy en Navaluenga, donde le tocó medirse a un par de toros normales, sin más. Aquerenciado y manso el primero, más potable el segundo. Y a los dos cuajó. Por encima de todo: de las condiciones, de las circunstancias, de los imponderables. Diego Ventura sale a la plaza y triunfa. Se impone e impone el toreo en toda su magnitud. A su primero, con el prodigio que es Bronce, un caballo que aún no tocó techo, pero que lo ha elevado más de lo imaginable en esta temporada de su confirmación como una estrella. Y como un caballo fundamental en la cuadra venturista. Su dominio de todas las suertes es deslumbrante. Igual se va de frente al toro apurando el encuentro hasta el final para batir o quebrar donde ya no queda más, que hace suyos los terrenos del bravo metiéndose entre los pitones para quedarse ahí todo el tiempo del mundo, ofreciendo, no ya los pechos, sino la cara misma, desafiando en un prodigio de valor y, sobre todo, de temple, por cómo sostiene el pulso tan de a cara o cruz. Hoy lo hizo en Navaluenga para entusiasmo del respetable, que terminó de asombrarse con la irrupción tan fresca y tan luminosa de Gitano y las banderillas al quiebro y al violín que ejecuta Ventura con él. Más opciones tuvo su segundo y, como es lógico, las explotó todas. Sobre todo, Con Fino y su toreo total –de costado o batiendo después de cargar la suerte una barbaridad- y con Lío, que empapa la emoción de espectacularidad y electricidad cada vez que clava quebrando como si fuera imposible que quebrara así. Faenón el de Diego Ventura ante el quinto, con el final de fiesta de Quillas, otro pellizco en el alma de los aficionados, cuando aparece con sus levadas que no terminan nunca y con las que llega al momento preciso de hacer la suerte. Mató a la primera y se hizo con el doble premio de su oponente confirmando otra puerta grande más en un mes de septiembre en el que aún no se bajado de los hombros de la aficionados.