La faena de la temporada

15/08/2021

ROA DE DUERO
Oreja y dos orejas y rabo
María Guiomar Cortés de Moura

 

El toreo total. Deslumbrante. Apabullante. Fabuloso. Extraordinario. Un puro deleite. Pura comunión entre un torero colosal y un toro de bandera. De María Guiomar Cortés de Moura. Un toro bravo de principio a fin. Excepcional. Que se movió como un tejón, rebosante de ritmo, de nobleza y de entrega. Un torrente de clase frente al que Diego Ventura se explayó de lo lindo. Se olvidó de todo menos de sí mismo y de la pareja de baile que tenía frente así. Porque no se puede llamar contrincante a un animal como éste, sino eso, un cómplice, un compañero de sueños. Porque, por momentos, fue el toreo con el que tantas veces sueña despierto en su Rincón de La Puebla lo que expresó Ventura frente a ese toro premiado con la vuelta al ruedo, pero con la gloria ya siempre para sí de la emoción que despertará en el decir de quien se midió a él cuando relate lo compuesto y lo vivido. Que fue una obra de arte. Una gozada que, de haber sucedido en uno de los grandes escenarios del toreo, sería ya una de las grandes obras maestras de la temporada. Tal fue. En cada uno de sus tiempos, pero, sobre todo, en un tercio de banderillas para el recuerdo. Con Velásquez sideral yendo tan de frente al toro, de una punta a otra de la plaza, para quebrar, clavar y traerse atado a su voluntad el compás de caramelo del burel hasta completar una vuelta entera al anillo. Y con Lío, en quiebros inverosímiles, cada uno en un tercio de la plaza, en un planteamiento diferente hasta llegar a ése que fue perdiéndole pasos sin dejar nunca el toro de avanzar hacia la cabalgadura, de fuera adentro para batir como en un chispazo genial y clavar arriba. Y con Bronce. Siempre Bronce. Qué locura el toreo interpretado por Diego Ventura con este caballo que raya la perfección una tarde sí y la otra también. Qué manera de torear por la cara, dándose por entero, no ya con los pechos por delante, sino acunando su cara entre los pitones del toro. Y ahí torear y torear como en una espiral de hipnosis en la que el astado danza al son de este caballo para la historia. Y qué manera de ejecutar el par a dos manos sin cabezada, tan despacio, tan en corto tomado para luego marcharse de la plaza en un prodigioso ejercicio, no solo de doma, sino, antes que nada, de compenetración entre hombre y animal. Qué espectáculo más redondo. Qué belleza de faena. Fueron los máximos trofeos para Ventura y fue la vuelta al ruedo para el ejemplar de Cortés de Moura, uno de los toros del año.

Tuvo nobleza también el primero, pero se fue un poco a menos. Suficiente, en todo caso, para que Diego le hiciera faena, otra vez, con Bronce en su vertiente más lidiadora y poderosa. Una oreja cortó el jinete cigarrero, un aperitivo apenas para la borrachera que vino después…