La eterna historia de amor con Murcia

18/09/2022
MURCIA
Oreja y dos orejas y rabo
Los Espartales
 
Murcia es territorio venturista. Desde siempre. Por ejemplo, por aquella cima de 2017 con el indulto de toro Perdido, de Los Espartales. Pero también por tardes como la de hoy, otra más de Diego Ventura en la Condomina, sin duda, una de sus plazas. Es un escenario que inspira, estimula y espolea al cigarrero, le transmite energía positiva. Por eso nada podía quedar hoy como en la primera mitad de la corrida, cuando Diego solo había podido cortar una oreja de su primero, que fue bueno, pero también mansito. Y salió ante el segundo decidido a hacer de aquello otra apoteosis. Dicho y hecho. Todo en su faena fue grande y distinto. A ese nivel sideral que le distingue. Desde el rejón de castigo con Joselitodejándose venir al toro, que manseaba también y al que quiso cuidar con una única entrada. Porque luego apareció en escena el mago Nazarí para obrar la magia de cada tarde. Y se fue a por el de Los Espartales y se lo cosió al estribo y, con un ritmo sostenido absolutamente maravilloso, le dio una vuelta completa al anillo murciano, como quien danza con un acompañante. Pero no, era un toro cumpliendo la voluntad de un caballo y de un hombre que ya son como un solo. Crujió la plaza, como en cada encuentro del genio y el mago, de Ventura y Nazarí. Murcia ya hervía sabiéndose de nuevo escenario de las grandezas venturistas. Y ese clima creciente fue clímax con Lío, con el que el rejoneador de La Puebla del Río dejó quiebros fascinantes. Ya cruzando la plaza a galope para llegar al astado, frenarse, quebrar, que el quiebro provocara la embestida, cruzarla de un pitón a otro y clavar en todo lo alto. O ya planteando el cite desde la larga distancia, llamar, provocar, dejarse venir mientras perdía paso, pararse, esperar, quebrar y obrar el milagro con los cuartos traseros de Lío convertidos en un eje pétreo de donde partió el terremoto. Porque tembló la Condomina con Lío. Con Bronce, ese temblor se tornó en escalofrío y Ventura demostró que lo suyo es otra cosa. Ya lo saben, ha pasado tantas veces… Diego y Bronce marcaron el territorio, se adueñaron de él y, ahí clavados, torearon en redondo con magisterio sumo. Esta vez no hubo contemplaciones con el rejón de muerte con Guadiana y Murcia, un año más, se entregó por entero a la genialidad del genio. El rabo. Una oreja tenía ya en su esportón del primero de su lote, que paró con Guadalquivir para luego, con Fabuloso, ya en banderillas, meterse por dentro una y otra vez entre el toro y las tablas, muy despacio. Y clavar al quiebro en un palmo de terreno. Como las piruetas lentísimas con Nómada tras hacer la suerte también muy despacio. Porque Nómada, que trae el sentido del temple de cuna, reduce los tiempos cuando torea. También le viene de serie: hipnotiza a los toros y detiene su viaje. Solo así se pueden hacer semejantes piruetas. Fue excelente el par a dos manos con Guadiana antes de las cortas al violín. Necesitó del descabello para matar y ahí se redujo su premio. Lo que prendió la mecha para la obra cumbre que vino después…