La espada juega una mala pasada

28/08/2023

COLMENAR VIEJO
Silencio y ovación
María Guiomar Cortés de Moura

 

Hacía más de cuatro meses (con la excepción de Moita, ya que en Portugal no se cortan trofeos) que Diego Ventura no terminaba su participación en una corrida sin premio material que contarle.  Fue el 23 de abril en Sevilla, donde sucedió algo similar a lo de hoy en Colmenar Viejo: que los aceros se destemplaron. Pinchó el genio de La Puebla del Río sus dos faenas, aunque dolió especialmente la segunda, que fue extraordinaria. Una faena frente a un toro normal, sin mayor fondo, pero al que Ventura fue esculpiendo hasta sacarle más fondo del que nadie le vio. Es más, del que tenía. Lo paró con Joselito y lo bordó de costado por dentro con Velásquez, desplegando una exhibición de temple y pulso exquisitos. Un ejercicio de precisión tal que multiplicó las opciones del toro de Cortés de Moura, al que Diego envolvió en una espiral de obediencia. Asombrada la plaza, aún lo estuvo más cuando Bronce salió para exponer que es uno de los mejores caballos del rejoneo de este momento y de muchos momentos. Su hábitat natural es el alambre donde hace el toreo en forma de equilibrismo. Más aún, sin cabezada, sin necesidad de que su torero le mande: Bronce sabe lo que Diego Ventura quiere de él y Diego sabe que se lo da. El broche de oro fue un par de banderillas cortas a dos manos soberbio con Guadiana, de una reunión en el embroque y de una precisión al clavar sencillamente magistrales. Pero fue entonces cuando se sucedieron varios pinchazos con el rejón que echaron a volar, como mínimo, las dos orejas que el rejoneador cigarrero ya tenía en sus manos.

También el desacierto con los aceros le frustró la posibilidad de premio en su primero, que fue un toro sin demasiadas prestaciones. Otra vez el temple  -don infalible- le sirvió con Nómada para ajustar los encuentros en milímetros. Como con Lío, en quiebros donde, a falta de acometer el toro, le llegaba Diego hasta el precipicio último. Tras las cortas con Isco, pinchó en varias ocasiones, en lo que comenzó a marcar la suerte -mala- final de la corrida.