Imparable Ventura

19/08/2017
GUADALAJARA
Dos orejas y ovación
Luis Albarrán
Nueva puerta grande para Diego Ventura, la séptima consecutiva en el último mes, registro de otra temporada de récord y de marcha fulgurante. Y otra vez en Antequera, una plaza que le quiere y que le espera. Lo dice el entradón -otra vez en otro coso más- que registró, con los tendidos casi llenos. Y, como siempre, no defraudó el rejoneador de La Puebla del Río en el cómputo general de una tarde que aúna el magisterio que atesora, la plenitud que derrama y la ambición que le mueve para seguir siendo el Genio que todo el mundo espera y que todo el mundo encuentra cada tarde de toros en la que está anunciado. Fue importante la faena a su primer toro, Guindilla de nombre, porque fue complicado y exigente y no regaló nada. Faena magistral del cigarrero, de poder a poder, plena de su capacidad, rebosante de poder y de conocimientos para buscar al toro allí donde más podía lucir y ahí imponerse a él y ganarle la pelea. Lo recibió con Guadalquivir, con el que fue clave el pulso que le imprimió a esos primeros encuentros para empezar imponiendo el ritmo que el trasteo debía tener. El siguiente envite que Diego aceptó fue con Nazarí para inaugurar el tercio de banderillas. Soltaba el toro la cara, pero se lo metió debajo del estribo con Nazarí, lo imantó y recorrió el anillo completo del coso antequerano con el ejemplar de Albarrán hilado al son que la cabalgadura marcaba para, sin solución de continuidad, enfrontilarlo y clavar en corto. Encendió así Ventura al tendido a las primeras de cambio, un fuego que ya no cesó ni en el siguiente palo arriesgadísimo que clavó también con Nazarí ni en el tercio que completó con un genial Lío en varios pares al quiebro soberbios, asumiendo el rejoneador todo el riesgo al dejarse llegar al toro, que no cesó nunca en la exigencia de su bravura. Fueron banderillas cargadas de electricidad por los chispazos de emoción que provocaban por cómo aguantó Diego Ventura hasta el embroque y cómo quebró en el punto más atrevido del encuentro. Fue otra exhibición de Lío, un caballo que ha irrumpido en la cuadra del torero de La Puebla del Río mediada la temporada y que se ha convertido ya en uno de sus fijos. Como tantas veces, el broche llegó con el carrusel de cortas a lomos de Remate, ejecutadas al violín, antes de recetar un rejón de muerte sensacional de efecto fulminante, que permitió a Diego asegurar un año más la Puerta Grande de Antequera a las primeras de cambio. Contadas opciones tuvo Ventura con su segundo, un toro agarrado al piso y que se fue parando y rajando progresivamente. Tuvo ocasión el torero de lucirse y torear despacio en el recibo con Lambrusco para luego jugársela de verdad en banderillas. Primero, con Sueño, en varios rehiletes clavados con la pureza de ir muy de frente, de mantener ese desafío un metro más allá que cualquier otro, batir sin quitar nunca el pecho por delante y clavando con ajuste exacto para luego salir con ese aire especial que Sueño le imprime al toreo y con el que el jinete hispano luso toreó por dentro a milímetros y dejando recortes con la grupa que fueron de entusiasmo. Se fue parando cada vez más el toro de Luis Albarrán y se fue Diego a por él con Fino para exponer con sinceridad en varias banderillas al quiebro. Quiso proseguir con Roneo, pero el astado, muy cerrado a tablas ya, incluso se echó y no resultó sencillo levantarlo. Tras hacerlo, recetó el toreo un rejón entero con Bombón y el público pidió la oreja, pero el palco no la concedió.