Un final para el recuerdo

18/02/2024

MÉRIDA
Ovación y dos orejas
Santa Fe del Campo

 

Y cerró Diego Ventura a lo grande su temporada mexicana. A lo grande, porque grande fue su faena a su último toro en Mérida, al que desorejó después de una actuación rutilante y deslumbrante, apasionante y emotiva. Quiso Diego que el “hasta luego” dejara entre los aficionados aztecas el regusto más dulce posible. Ese mismo sabor de boca que Ventura necesitaba llevarse de vuelta a España. Por eso se abrió en canal en una actuación tan sincera como vertiginosa porque no hubo en ella pausa alguna. Absoluta entrega. Magisterio desbordado. El genio en estado puro.

Ese genio que se desató en la faena del “hasta pronto”. Ayudó notablemente el toro, que se movió y lo hizo bien desde su salida al ruedo. Lo vio enseguida Ventura que, sin más dilación, se puso a torear como si no hubiera un mañana desde que se encontró con él con Velásquez, con el que completó una vuelta completa al anillo de la plaza sosteniendo en un mismo ritmo la embestida a compás del cárdeno. Antes de terminarla, se metió entre el toro y las tablas para luego seguir toreando de costado sin solución de continuidad. Le siguió a tamaña exhibición el despliegue de toreo mayúsculo con Bronce, eliminando distancia alguna y hasta el paso del tiempo por la manera en que congeló la embestida del buen animal de Santa Fe del Campo, al que envolvió en una luminosa espiral de dominio y toreo. Tenía la plaza de Mérida completamente entregada cuando Diego rubricó su obra maestra con un ligadísimo carrusel de rosas con Generoso, clavadas todas en un real, doblándose sobre el toro casi al ralentí. Ese mismo tempo que empleó para recetar un extraordinario rejón final que le valió para alzarse con las dos orejas.

Pinchó Diego Ventura en su primero una faena de altos vuelos con pasajes de verdadera excelencia ante un buen toro de Santa Fe del Campo, aplaudido en el arrastre. Lo paró con Faisán antes de bordar el toreo en banderillas con Nivaldo pisando terrenos de cercanías y aplicando un prodigioso sentido del temple. Ésa misma virtud de la que es dueño Bronce, con el que el rejoneador redujo al máximo los espacios, ya fuera para clavar al violín, ya para hacerlo sin cabezada. Cerró su faena con Generoso, tan impecable en las cortas como en un gran par a dos manos. El fallo con el rejón no hizo justicia a lo redonda de su actuación.