Estratosférico

14/08/2021

EL ESPINAR
Oreja y dos orejas
Luis Terrón

 

Hace mucho tiempo ya que Diego Ventura agota todos los calificativos. Hace mucho tiempo ya que se instaló en la galaxia. Hace mucho tiempo ya que vuela hacia confines, probablemente, desconocidos para el rejoneo. Y hace mucho tiempo ya que compite consigo mismo, con superar su propia estela, su propia leyenda. Porque da igual el escenario: tratándose de Diego Ventura, cualquier tarde en cualquier plaza puede ser un episodio inolvidable. Uno más. Hoy sucedió en El Espinar, en su estreno del mes de agosto. Pareciera que llegara espoleado por estas semanas de descanso, de impasse. Encendido, loco por torear y torear.

Y eso que no contó con excesiva colaboración de su lote de toros de Luis Terrón. Le faltó entrega al primero y el segundo, simplemente, se dejó. Suficiente. Al primero lo cuajó en un genial tercio de banderillas con Velásquez llegándole mucho a la cara para provocar las embestidas y dándole luego la ventaja de su querencia con Fino, toreando por dentro para batir y clavar en la corta distancia banderillas que fueron cada una mejor que la anterior. El colofón lo puso con Guadiana, tremendamente solvente a la hora de hacer las suertes y que le aporta mucha seguridad a Diego a la hora de matar.

El lío gordo de cada día vino en el quinto, un toro noble sin más con el que firmó compases sublimes con Lío. Desde el vértigo hasta la pausa total, todos los tiempos caben en el toreo de Ventura y Lío. Es un juego continuo con las distancias, con los tercios, con los terrenos. Es la imposición del mando como condición sine quanon. Es el disfrute total caminando en el alambre donde no cabe vuelta atrás. Es la moneda al aire sabedor de que ganará en cualquier caso. Un auténtico alboroto. Si tamañas sensaciones las prolongas luego con el prodigio de Bronce, pasa lo que pasa. Lo que hoy sucedió en El Espinar también: que la gente es feliz y se entrega al mago que le regala esa felicidad. Bronce es eso, un prodigio. La perfección en todo lo que hace y en cómo lo hace. La torería y la seguridad. El valor y la estética. Un derroche de compenetración entre el hombre y el animal. Incluso sin cabezada. Bronce tiene, definitivamente, alma de torero. Echó pie a tierra el jinete de La Puebla del Río para descabellar, lo que hizo igualmente con una plasticidad enorme. Por eso las dos orejas sin discusión. El justo premio a lo estratosférico.