En honor y gloria del toreo

16/07/2022

ÁVILA
Oreja y dos orejas
Ángel Sánchez y Sánchez

 

Es julio, solo es julio y Diego Ventura ya suma veinte puertas grandes. Un registro aún más grande si se considera que las ha conseguido en las veintidós corridas hasta ahora en su haber. Otro dato galáctico que dimensiona lo que viene haciendo desde hace años en honor y gloria del toreo y del rejoneo. Una veintena de salidas a hombros jalonadas por tardes de salir la gente toreando de las plazas. Como hoy Ávila. Otra tarde sublime e inapelable. Otra tarde a recordar cuando 2022 eche el telón y se haga balance de lo vivido. En él quedará inscrita la faena a su excelente segundo toro de Ángel Sánchez de esta tarde. Un toro con un son de dulce desde que asomó al ruedo y se encontró a Diego con Generosopara encelarlo magistralmente con la garrocha, para establecer desde ahí una especie de conexión invisible que ya no se rompió más. Porque respondió bravo el astado y lo fijó Ventura sobre la grupa, como imantado. Una declaración inicial de intenciones que marcó el listón altísimo de cuanto vendría después. Ante un toro así, Nazarí encumbra el concepto del temple, lo goza, lo hace suyo y lo amplía. Estratosférico. De frente y de costado, el toreo es más hermoso y más evidente cuando Diego Ventura lo sueña con Nazarí. La plaza ya era un hervidero cuando apareció Bronce, que la convirtió en un manicomio. Paró el toreo y se puso a mandar. Se adueñó de los terrenos, de los espacios, de los tiempos, con cabezada y sin ella, citando casi sin cite de tanto cómo llegó a mandar, a ser dueño de la voluntad del burel de Ángel Sánchez y de la emoción del público. El colofón de tamaño prodigio fue el par a dos manos, citando muy muy en corto para, muy muy despacio, detenerse en el centro de la suerte y clavar dos palos donde, por lo normal, solo cabe uno. El rejonazo final estuvo a la altura de la obra concebida por el genio. Ávila pidió unánime el rabo, pero el palco no lo concedió, así que Diego Ventura dio dos aclamadas vueltas al ruedo.

A su buen primero ya le había cortado un apéndice, que no fueron dos porque pinchó en primera instancia con el rejón de muerte. Fue, dicho queda, un buen oponente, muy templado y Diego acarició sus embestidas. Con Nómada, toreando por dentro y de costado, con el toro completamente embebido en el estribo. Con Fabuloso, en embroques de precisión suiza de tan despacio y de tan exactos. Lástima de ese pinchazo primero, el único borrón en otro poema delicioso de toreo a caballo.