Emperador Ventura

12/09/2021

ARLES
Silencio y dos orejas y rabo
Los Espartales

 

Arles es un escenario grandioso que inspira obras grandiosas. Otra vez, como tantas veces ya, hoy compuso una Diego Ventura. Emperador Ventura en su imperio particular. Lo dicen los números, lo constatan los hechos, tantas faenas grandiosas, desde que apareciera por vez primero en el Coliseo allá por 2008. Hoy ha cortado su cuarto rabo en las doce comparecencias que le alumbran en las Arenes. De ellas, en diez salió a hombros. Emperador Ventura en su imperio particular. Emperador también porque su toreo es imperial y está impregnado de una plenitud deslumbrante y maravillosa que pareciera no tener límites. Podría sonar a tópico, pero es verdad: Diego Ventura no tiene cielo. O si lo tiene, no lo ha alcanzado aún. De sus diecisiete corridas en 2021, lleva dieciséis salidas a hombros. Las catorce últimas, consecutivas. Al cigarrero le alimenta y le motiva superar tarde a tarde, año a año, su propia leyenda.

La obra compuesta al quinto toro de la mañana -un bravo y excelente toro de Los Espartales- fue de las que se dicen maestra. Grandiosa. Insuperable desde el primero de sus compases. Desde la forma en que lo paró con Joselito, sobre la grupa, doblándose con él en el terreno justo, ni un centímetro de más. Armonía pura que lo fue mayúscula por obra y gracia del mayúsculo Nazarí. Cuántas veces ha visto Arles a Nazarí en plenitud y todavía, como hoy, le sigue deslumbrando… A quien no conocía todavía es Fabuloso, pero ya no olvidará su forma de ir tan de frente a los toros para quebrar donde los pitones radiografían de parte a parte, como un escalofrío. Como el que generan sus piruetas absolutamente en la cuna, sin ventaja alguna, donde el ajuste no conoce más. Tamaña exhibición solo podía tener la continuidad de Bronce, un caballo majestuoso y ya histórico porque torea de una forma, pisa unos terrenos y danza en ellos, asomando su cara a la mirada misma de los toros, quedándose ahí, parando el tiempo e hipnotizando tan despacio… El par de banderillas a dos manos sin cabezada que ejecutó Diego con Bronce, en los medios, citando en corto y de poder a poder porque el ejemplar de Los Espartales, bravo, se arrancó pronto propiciando un encuentro franco y sincero y desbordante de emoción, fue genial, que viene de genio. De genios, en este caso. Ventura y Bronce. La rúbrica con Guadiana con el rejón de muerte fue tan brillante e impecable como todo lo que le había precedido, así que el imperio, otra vez, se entregó a su emperador. Como siempre y para siempre.

Le concedió menos opciones su primero, pero lo cuajó también Ventura, sobre todo, en un soberbio tercio de banderillas. Velásquez exhibió su dominio en todos los terrenos y que no se arredra cuando tiene que asomarse al precipicio para provocar las embestidas más remisas. Y con Lío clavó al quiebro a la perfección, de forma electrizante. Ya fuera citando en la media distancia, dejándose ver de largo y dando al toro la ventaja de su querencia hacia adentro, ya fuera en una banderilla en los medios, a caballo parado, planteada muy en corto y quebrando sin avanzar nada, todo sobre el mismo terreno, en un chispazo de genialidad y en un prodigio de doma y de poder del todo sorprendente. Tras un rejón entero, tuvo que echar el jinete pie a tierra para descabellar, lo que hizo al primer intento. La respuesta del público fue más fría de lo esperado. No le importó al emperador Ventura, que aún tenía guardado lo mejor para después. Y Arles, su imperio, se le entregó ya sin remisión.