El rejoneo en su cúspide

18/09/2021

TALAVERA DE LA REINA
Ovación y dos orejas
María Guiomar Cortés de Moura

 

Aseguran que lo difícil no es tanto llegar como mantenerse. Instalarse en ese lugar al que se aspiraba hasta hacerlo propio. Mandar en él y, desde él, marcar el paso del presente y también del futuro. Es lo que ha hecho y es lo que hace Diego Ventura, cuya trayectoria es inapelable, pero que sigue empeñado en elevarla hasta límites nunca antes conocido. Tarde a tarde, el cigarrero vuelve a escribir una historia hermosa en este año de ritmo implacable, en el triunfo y en la secuencia de faenas para el recuerdo. A paso marcial, sin pausa ni tregua alguna. La suya es otra historia. Incluso, la historia misma de este tiempo del rejoneo de camino al rejoneo del mañana. Ventura se ha instalado en la perfección como consecuencia de su plenitud. Y ésta es suma del trabajo, también sin pausa, también sin tregua, y del propio paso del tiempo, ése que todo lo pone en su sitio. A Diego lo ha puesto en ese lugar al que aspiraba y que ya ha hecho propio.

Talavera de la Reina es otro botón de muestras más en un año decididamente redondo. Con la plaza llena a reventar -otro de los rasgos distintivos de su campaña en 2021-, el rejoneador ha escrito otra página brillante e indiscutible. Y ante un lote de toros con las posibilidades justas que Diego Ventura multiplicó por infinito. Noble el primero, lo paró en un palmo de terreno, en los medios de la plaza, con Joselito -Joselito, para abrir la tarde en Talavera- con suma clase. La misma que derrochó después en el toreo a costado con Velásquez, pulso de seda para sostener a compás la buena condición del ejemplar de Cortés de Moura, al que le dio todas las ventajas al clavar. La cima de su primera obra llegó con Lío, al dejar tres banderillas soberbias al quiebro que fueron un puro desafío a las leyes de la física por el espacio tan reducido en que ejecutó todos los tiempos de la suerte. Se le entregó ahí la plaza sin condición alguna, saltó por los aires ese velo que suele caer sobre las tardes de toros en su primer capítulo: la plaza ya era un hervidero. Ligazón, despaciosidad y eficacia en el carrusel de cortas con Guadiana, pero pinchó en varias ocasiones y tuvo que tomar el descabello, lo que redujo su recompensa a una cerrada ovación.

Se sacó la espinita en el cuarto en una faena magistral y apasionante. Sin pausa ni tregua, envolviendo al público en un espiral de sorpresa y felicidad con el hilo argumental del toreo a caballo total. Comenzó esta faena con Guadalquivir, primer paso para fijar la embestida suelta y reservona del astado de Cortés de Moura, al que templó de manera proverbial con Sueño. Sus pasadas por dentro, entrando por la rendija mínima que quedaba entre el burel y las tablas, fueron un derroche del valor tremendo de Sueño. Como después de Fabuloso, al clavar al quiebro, y, a continuación, de Bronce, que repitió lo de tantas tardes disparando el diapasón de la emoción, incluso, de la incredulidad del público mientras asistía al dominio total de los terrenos que Diego practica con Bronce, ya sea con cabezada y sin ella. El par a dos manos fue, de nuevo, sensacional. Y el toreo por la cara, a milímetros de los pitones, sumergiéndose el caballo en la cuna del toro y quedándose ahí doblándose y, al tiempo, envolviendo la embestida del astado, fue impresionante. Y muy emocionante. La ligazón otra vez exacta con las cortas y el rejón certero que lo culminó todo fueron el refrendo final al conjunto, a la obra magistral de Diego Ventura. Otra lección en esta temporada de ensueño en la que, tarde a tarde, sitúa al rejoneo en su propia cúspide.