El milagro de la vida en nombre de la bravura

La Tauromaquia es un monumento a la ecología, el cofre donde se guardan en su pleno valor algunas de las leyes infranqueables de la naturaleza. Por ejemplo, que la vida, al final, se impone siempre sobre todo. Por supuesto, también sobre la muerte. Porque en el toreo hay un privilegio, una cima, el hito más elevado que se llama indulto. El perdón de la vida del toro en aras a su bravura. Y la bravura es ese sentido mágico y único, singular y exclusivo que hace al toro el animal más diferente de la creación. El indulto es la mayor exaltación posible de la vida. Es el culmen, la felicidad más plena. Porque encarna el triunfo definitivo de la vida sobre la muerte y, por él mismo, la irrupción imparable de esa vida para derivar en más vida todavía. Como ejemplo: el toro de nombre Perdido, de la ganadería de Los Espartales, indultado por Diego Ventura el 17 de septiembre de 2017 en la Plaza de Toros de la Condomina de Murcia, el primer indulto de un toro en corrida de rejones en la historia taurina de España. Aquel gran logro ya da sus frutos: en los fueros de Los Espartales, en tierras de Badajoz, ya han nacido los primeros frutos de Perdido como semental. Lo dicho: la vida siempre se abre paso.

Pero estos nacimientos tienen una bellísima singularidad porque uno de los becerritos recién nacidos es hijo de la vaca que también fue madre de Biemplantao-37, el toro del mismo hierro al que Diego Ventura le cortó el primer rabo en manos de un rejoneador en la historia de la Plaza de Toros de Las Ventas de Madrid el 9 de junio pasado. Por tanto, la vida, no es que ya sólo se abra camino, sino que lo hace en su manera de mayor excelencia en la decisión del hombre, del ganadero José Luis Iniesta, que ha querido cruzar los destinos de dos toros inscritos en los anales de la historia del toreo a manos del rejoneador de La Puebla del Río. En su refugio mexicano de estos meses recibió el torero una fotografía que le llenó de felicidad. El remitente, el mayoral de Los Espartales, que le explicaba también quiénes son la vaca y el becerro que aparecen en la instantánea. Lo contado. Es para estar feliz: asistir al milagro de la vida en nombre de la Tauromaquia, el mayor monumento a la ecología donde, precisamente la vida, se impone a todo para seguir su curso imparable.