El genio honra su cuna

28/05/2023

MOITA
Ovación y vuelta
Passanha

 

Respondió a lo grande Portugal al regreso de Diego Ventura a sus plazas cuatro años después. Se llenó Moita por completo. Pero no solo fue eso, sino también esa expectación tan bonita que envolvió la corrida desde sus vísperas, lo que también hacía toda la justicia con el cariz de acontecimiento inolvidable que tenía por tratarse de la alternativa en tierras lusas de Paco Velásquez, un torero muy cercano a la casa Ventura. Tuvieron luz los prolegómenos, esa liturgia tan propia de los despejes de plaza en Portugal. Y se notaba la alegría de la gente en la bienvenida a Diego, feliz también. Sin embargo, anduvo muy lejos de estar a la altura de las circunstancias ese primer toro de Passanha que abrió el lote de Ventura: tan la espera, tan soso, tan descorazonador. Lo intentó el rejoneador sin darse coba alguna. De salida con Guadalquivir y luego en banderillas con Nómada. Con la honestidad de la figura que sabía que no podía defraudar, pero es que con semejante materia prima, crear algo se antojó una quimera.

Y entonces salió el segundo, nada que ver con su hermano. Fue un toro con alegre y sincera movilidad que Joselito paró con sincera entrega también. Ofreciéndole los pechos como las bambas de un capote que recogía las embestidas de burel y las atemperaba. Con esas condiciones, puso Ventura en liza a Fabuloso, con el que cuajó al de Passanha en un tercio de banderilla primoroso y espectacular. Lo primero, al torearlo de costado, muy por dentro, del tercio hacia las tablas, muy ajustado para, a pesar de ello, cambiarle el viaje y el costado y meterse entre el animal y la barrera aunque pareciera que no cabía. Pero cabían y pasaban Diego Ventura y Fabuloso como un milagro que se obraba a la vista deslumbrada de Moita y su foro lleno. Lo segundo, es decir, espectacular, por la forma tan emocionante en que quebró Diego tras citar de parte a parte de la plaza, llegar a la misma cara del toro, esquivar los pitones mientras le rozaban los pechos y salir airoso del envite como si Fabuloso fuera una mariposa en vez de un caballo. Sencillamente prodigioso. Como lo fue también el toreo por la cara de Bronce, que se enroscó al toro con una suficiencia deslumbrante también, apoderándose de él, dominándolo, hipnotizándolo, como mirándole a los ojos y asomando su cara entre la cuna de los pitones, que mordió como gesto de dominio total. Le quitó Ventura la cabezada y clavó una banderilla en los medios del ruedo con una reunión impecable. Fue el corolario a una actuación maravillosa, arrolladora, apasionada y apasionante. Ahora sí, a la altura del reencuentro del genio con su cuna y su raíz.