El escultor de hitos

16/04/2022

ARENAS DE SAN PEDRO
Dos orejas y dos orejas
Monteviejo

 

Otro hito cumplido en la vida de Diego Ventura. Otro zambombazo con una de esas ganaderías, otrora histórica, que mantiene el celo de Victorino Martín y que el jinete de La Puebla demuestra que también puede servir para el toreo a caballo. Porque el toreo a caballo no está anquilosado ni limitado: puede aspirar a lo que quiera para reivindicarse como el gran espectáculo que es. Ahora, el encaste Barcial. Los toros patas blancas de toda la vida, así conocidos por su pelaje tan especial. Otro zambombazo para esculpir en piedra que querer es poder. Cuatro orejas y, sobre todo, la sensación de que no hay reto que se le resista a Ventura, capaz de mantener uniforme eso de vivir en la excelencia frente a la ganadería que sea. Él sigue abriendo el abanico de las ilusiones y las cumple. Como hoy en Arenas de San Pedro.

Cuatro orejas para no dejar resquicio a la duda. Dos al manejable primero, que se movió con buenas intenciones y que, por tanto, Diego cuajó de principio a fin, disfrutando de verdad y haciendo gozar al público, que vivió su faena de pie. Lo lució de largo de salida, con Guadalquivir. Le cogió enseguida el aire y lo templó a la vista de su buen fondo para después, ya en banderillas, valerse de su franqueza para apurar al límite los embroques con Velásquez primero y luego con Bronce, con el que fue la locura. Porque, como de costumbre, se adueñó Ventura de los terrenos del toro para quedarse en ellos y mostrarse una y otra vez, dando los pechos, metiendo, incluso, la cara de Bronce entre los pitones, muy despacio, como en un carrusel prodigioso e interminable de toreo, que culminó con un soberbio par a dos manos sin cabezada y una exhibición de doma y de compenetración con su caballo. Redondeó muy ligado con las cortas con Güero y, aunque pinchó en primera instancia, el público le pidió las dos orejas sin duda alguna.

Fue reservón el quinto, segundo de su par, al que recibió a portagayola con Campina. Esperaba el toro, se lo pensaba, por lo que sacó a Nazarí, que es el mago al que ningún toro, por remiso que sea, se le resiste. Le llegó una barbaridad para batir y clavar por la condición del astado, al que se hiló con una pasmosa capacidad al estribo, llevándolo toreado por todo el anillo, a milímetros, y pulseando hasta el extremo sin que el de Monteviejo humillara nunca. Esa condición tardía de su oponente, la convirtió Diego en virtud con Lío, porque tuvo una desbordante emoción los embroques tan al límite, los quiebros que eran, a un tiempo, el cite, la suerte y su final. Todo ello, en los espacios más reducidos. Impecable con las rosas, cobró un rejón muy certero con Guadiana, que le valió para certificar su segundo doble premio.