Gloria sin premio

 
02/06/2019
MADRID
Oreja y ovación
María Guiomar Cortés de Moura
 
Puede que esta vez no le tocara sentir de lleno la gloria de Madrid entregándosele por entero. Ni mirar de frente la calle Alcalá en loor de multitud. Pero pudo haberlo hecho de no haberle jugado el rejón de muerte la mala pasada de no entrar a la primera, sobre todo, en su segunda faena porque en la primera sí que lo hizo, pero provocó un derrame que no gustó al torero antes que a nadie. Todo lo demás de lo hecho hoy por Diego Ventura en su reencuentro con Madrid, su plaza fetiche, fue de triunfo gordo. De ésos que nadie hubiera cuestionado por cómo puso a todo el mundo de acuerdo en una tarde de plenitud y solidez, de disfrute y pura imaginación para construir sendas obras ayunas de cualquier guión preestablecido. Y con Las Ventas llenas a rebosar y el cartel de “No hay billetes” luciendo en sus taquillas. Sin más dilación ni probatura alguna, recibió Diego Ventura a su primer toro, que brindó a la memoria del futbolista José Antonio Reyes, frente a chiqueros con Campina, lance que tuvo el mérito de cuánto sostuvo el encuentro porque el toro se abrió y fue clave que el rejoneador le ganara la acción para que la suerte no se desluciera. A partir de ahí, hizo cosas de manso el de Cortés de Moura, que barbeó tablas, e incluso, hizo amagos de saltarla. Una tendencia que quedó corregida con el mago que es Nazarí, con el que lo imantó a su estribo sosteniéndole también su ritmo cambiante hasta cubrir más de una vuelta al anillo venteño y clavar sin más, con el toro completamente cerrado y sin casi espacio para hacer la suerte. Pero la hizo y Madrid explotó. Como en cada pasaje de la actuación con Nazarí, al que envolvió por completo en su mando hasta hacerle olvidar su instinto de irse, envuelto el astado de pleno en el temple líquido y natural del caballo, lidiando sin dejar de hacer nunca el toreo con suma belleza. Cambió de registro Diego con Gitano para dejar otro destello de genialidad al ejecutar en los medios de Las Ventas una soberbia banderilla al violín tras quebrar en sentido contrario y batiendo una barbaridad al pitón contrario para coronarlo con tres piruetas de ajuste sumo, tanto, que los pitones casi rozaban al caballo en cada una de ellas. Estaba disparada ya en ese instante la conexión con el tendido, que se terminó de consolidar con el par a dos manos sin cabezada con Dólar, que tuvo la complejidad de lo pronto que se vino el toro, que no le dejó colocarse, pero ante lo que no enmendó Ventura su posición para irse de frente y ejecutar esta suerte en su máxima expresión de pureza. Clavó entonces una rosa con Remate antes de cobrar el rejón final y definitivo en dos tiempos que le valió la oreja. Tenía en sus manos el doble apéndice de su segundo oponente, pero fue ahí donde la suerte final de la última suerte dejó sin premio su tarde de gloria de hoy en Madrid. Porque fue glorioso lo que le hizo a este toro con Sueño. Absolutamente todo cuanto se conoce que se le puede hacer a un toro en una faena de rejones. De costado y de frente. Por dentro y en los medios. Dominando los espacios y sin espacios. Despacio, siempre despacio. Reunido siempre, siempre ajustado. La pureza como condición sine quanon, como máxima innegociable, como único camino posible y como el primero de todos los objetivos. Todo, quizá, condensado en la banderilla ejecutada dando la grupa a las tablas, dejándose venir al excelente ejemplar de Cortés de Moura y quebrando donde la moneda cae cara o cae cruz para salir de la suerte pasándose muy cerca al toro. Sencillamente perfecta. Como fue impresionante el quiebro con Lío en los mismos medios sin intención de clavar, sólo de torear, pasándose al astado por el alma mismo del caballo, una genialidad, un chispazo de fantasía de los que ya no se olvidan. Lo repitió luego, pero ya clavando arriba al tiempo que, de nuevo, se dejaba acariciar de principio a final la anatomía de Lío. El lío, su gloria, la coronó con Dólar, en un par a dos manos sin cabezada que no se pareció a ningún otro, cerrado en el tercio, tomado muy en corto, dándole la ventaja al toro de su inercia hacia adentro. Único. Los cerrojos de la Puerta Grande de Madrid empezaban ya a descerrajarse cuando se sucedieron los tres pinchazos con Remate –los tres arriba- que le privaron del premio que hubiera hecho justicia a toda la gloria derramada una vez más por Diego Ventura en la primera plaza del mundo y de la que sus 24.000 espectadores salieron toreando. Toreando a caballo.