El broche perfecto

15/10/2023

ZARAGOZA
Ovación tras petición y dos orejas
Carmen Lorenzo y El Capea

 

El broche tenía que ser así. Así de grande. Como ha sido, una vez más, la temporada toda. La campaña en la que Diego Ventura alcanzaba las bodas de plata de su alternativa. Un cuarto de siglo que le han colocado en lo más alto de la historia del rejoneo. En el olimpo. Más allá de lo que, quizá, nunca pudo soñar. Pero los sueños se cumplieron y 2023 los concentra y los resume todos. Porque ésta ha podido ser la temporada de su más absoluta plenitud. Y esta última tarde de Zaragoza -de nuevo Zaragoza- ha sido el broche perfecto.

Una tarde que Ventura coronó en triunfo frente a su último toro de la temporada, que se dejó y le permitió componer una obra a placer. Esa faena que bien se merecía Mario Figueredo, a quien le brindó la faena, su hombre de confianza de toda la vida, que emprende ahora una nueva etapa vital. Así que, como si fuera el justo homenaje que Marinho se merece, sacó Diego lo mejor sí para componer una bella actuación. De derrochante torería, emoción, magisterio y complicidad con el público. Pura caricia su toreo de costado, tan despacio, acompasando la embestida rítmica del ejemplar del maestro Capea. Y pura electricidad sus quiebros, ejecutados en espacios mínimos, después de lucirlos de parte a parte de la plaza. Una soberbia exhibición de precisión y de conocimiento de los terrenos. Antes del rejón final, la rúbrica fue un par a dos manos sencillamente perfecto. Como la vuelta al ruedo, las dos orejas fueron clamorosas. Como las lágrimas de Marinho al final de ese último paseo tras los pasos de su maestro y amigo. Clamor de dicha y felicidad personal y profesional. ¡Gracias por tanto, torerazo!

Fue bueno también el primero del lote de Diego Ventura, de Carmen Lorenzo, y también lo cuajó con la única rémora del rejón, que fue defectuoso y le obligó a descabellar. Toreó de costado cubriendo entero el anillo de la Misericordia después de recoger al astado en los medios y llevárselo atado al tercio, casi al hilo de las tablas, y darse con él un paseo triunfal de temple y capacidad de pulsear las embestidas a su son exacto. Y luego fueron las distintas versiones de clavar quebrando, ya citando muy en largo para frenarse donde la acometida surgía, ya planteando la suerte muy en corto y a caballo parado. No hubo pausa alguna en la faena y sí un dominio maravillosamente clarividente de los terrenos para jugar con ellos y terminar provocando embroques en espacios muy justos. Aunque no tocó pelo Diego Ventura, sí pudo recoger una rotunda ovación del público de Zaragoza, testigo una vez más del broche perfecto.