Diego Ventura ya impone el ritmo, su ritmo

04/02/2018
OLIVARES
Dos orejas y rabo
Campos Peña
Diego Ventura no entiende de medidas. Da igual que se trate de un festival o de uno de los grandes compromisos de la temporada. Él no se reserva nada. Lo expone todo. Puede hacerlo. Por capacidad y por cuadra. Y le gusta al jinete de La Puebla del Río probarse al máximo nivel desde los primeros compases de cada temporada y saber y sentir que está como siempre. Y lo está. O mejor. ¿Se puede? El transcurso del año lo dirá, pero el comienzo no puede tener mejor augurio. Hoy -otra vez con lleno total en los tendidos- se midió a un bueno ejemplar de Campos Peña, que se movió y que se prestó a la exigencia que entraña cada faena de Diego. Impuso de salida con Guadalquivir el mando del temple, ese tiempo preciso, dejándose llegar mucho al novillo, tan entero como estaba en ese punto y metérselo debajo del estribo. Y así le enjaretó lances a cuerpo limpio que fueron una delicia que hasta le pusieron luz a la mañana gris. Cada una de esas caricias con Guadalquivir tuvieron continuidad ya en banderillas con Importante, ya saben, el hijo de Nazarí. Y no puede negar que lo sea: tiene tantas cosas de su padre… Desde luego, la más importante, el sentido innato del temple. Eso que se tiene o no se tiene. Pero también el valor que hace falta para explotar ese temple cuanto merece y pisar terrenos tan comprometidos al conducir de costado, al batir tan en la cara y al quedarse inmerso en el núcleo de las suertes para hacerlas tan puras. Lo del nombre no es caprichoso en el caso de Importante… Como tampoco lo es el de Lío, que fue una de las grandes novedades en 2017 y que ya se reivindica como uno de los pilares para 2018. Con Lío, Ventura hace de clavar al quiebro una suma de tiempos con tiempo propio cada uno de ellos. Hay verdad desde el cite, desafío. Y luego sólo hay verdad por lo de frente que van Diego y Lío al embroque, por el terreno donde se frenan provocando la arrancada y concediendo, en este caso al novillo, todas las ventajas para luego domeñarlas, torearlas en esos quiebros tan cargados de electricidad. Definitivamente, con Lío se encendieron las luces de la mañana en Olivares. Se entregó el torero en cada pasada después con Remate para clavar las rosas y desplantarse luego. Una entrega que tiene la dificultad en el mucho tiempo en que Diego se queda en la ejecución de las suertes y hasta en cada desplante. El rejonazo final le puso en la manos su primer rabo de la temporada. Se trata de un festival, sí, es cierto. Pero hubiera sido igual en cualquier plaza de cualquier feria. Porque Ventura no entiende de medidas y ya impone el ritmo, su ritmo.