De otro planeta

12/05/2022

JEREZ DE LA FRONTERA
Dos orejas y dos orejas
Fermín Bohórquez

 

Diego Ventura se alimenta de sí mismo. De su leyenda en tiempo presente, de lo difícil de su ayer, de la dureza del camino recorrido, de un camino lleno de logros, del esplendor sin parangón del presente y del pozo sin fondo de los retos de futuro. Diego ya no compite, simplemente, prolonga día a día lo extraordinario de una carrera que hace tiempo ya que cruzó los umbrales de la historia. Lo de hoy en Jerez de la Frontera fue un derroche en toda regla. De poder, de magisterio, de frescura, de ilusión, de capacidad, de sabiduría, de valor, de temple, de corazón, de hambre, de alma, de cabeza, de pulso… Un derroche en toda regla ante un lote de toros exigente, nada fácil, comprometido. El balance final: cuatro orejas y la sensación prendida en el aire una vez más de lo que suyo es de otro planeta.

Porque no es del todo terrenal la forma como paró al primero con la garrocha montando a Generoso. Porque el toro salió como un misil, apretando sin concesión alguna y, lejos de sorprenderse, le aguantó el envite hasta dejar parado al de Fermín Bohórquez a fuerza de poder más. Se supo podido el murube, que bajó el pistón entonces buscando el abrigo de su querencia en los adentros, donde se fue a buscarlo Ventura con Lío en dos banderillas sensacionales, distinta cada una, aunque impactantes las dos. La primera, citando desde largo, llegando galopando para frenarse y provocar así la embestida, quebrar y clavar. La segunda, muy en corto el cite, absolutamente arropado en tablas, a caballo y toro parado y quebrando y clavando sin ganar un solo milímetro de espacio haciendo de la suerte un compendio de toreo a caballo con todas sus claves. La plaza era ya un hervidero. Le puso la guinda con Guadiana, primero, con un buen par a dos manos, y después, con un carrusel de cortas ligado sin solución de continuidad en un palmo de terreno. Tras un rejón, echó pie a tierra, tomó la franela, se permitió el lujo de un par de muletazos y certificó su obra con un descabello de soberbia torería rodilla en tierra. Puro paladar. Las dos orejas, incontestables.

Como las otras dos del segundo de su par, que se movió también con transmisión, aunque no siempre se empleó. El recibo a portagayola con Guadalquivir emplazado en los medios, sin más prueba y con el toro saliendo a revientacalderas para pararlo sobre la grupa en lo que ocupa una losa fue uno de los grandes pasajes de la tarde y de muchas tardes. Sencillamente cumbre. Ya en banderillas, desafió una y otra vez la lógica en cada palo con Fino, perdiendo pasos hacia las tablas y dándole al ejemplar de Bohórquez toda la ventaja para propiciar los embroques en la última milésima de segundo donde parecía que cupiera. Luego llegó el prodigio de cada cita con Bronce con y sin cabezada. Ese desafío continuo a todo lo posible, ese dominio de los espacios, de los terrenos, de los tiempos. Ese prodigio, dicho queda… Genial. Ahora puso con Güero el broche de oro para finiquitar su cumbre con un rejón y un descabello de bella ejecución. Con cuatro orejas en su esportón, se lo llevaron en volandas envuelto por la chavalería de Jerez. Felices ellos, feliz Diego Ventura. Que ya tiene más gasolina con la que seguir llenando su motor inagotable de todo lo que le hace parecer como de otro planeta…