Contra todos los elementos

09/10/2018
9/10/2018 VILAFRANCA DE XIRA
Ovación, ovación y vuelta
Prudencio, Palha y Cortés de Moura
Noche intensa la vivida hoy en Vilafranca de Xira, en la que entraron en contraposición la entrega absoluta que derrochó Diego Ventura en tres faenas tan distintas como la condición de sus toros, la cómplice emoción del público con el torero y la cuestionable postura del palco al no autorizarle la vuelta al ruedo después de su primera faena. Una noche de lleno total, de no hay billetes, en el coso luso, en el cierre de la temporada de Ventura en Portugal. Y una noche que no dejó indiferente a nadie, cargada de emotividad, de pasión y de buen toreo. Del que lidia y del que es bello porque arrebata y enamora. Diego pudo expresarse en plenitud frente al último de la noche, un buen toro de Cortés de Moura, al que cuajó de principio a fin en una faena marca de la casa. De derrochante ambición, de brillantes recursos, concebida en los terrenos de mayor compromiso que son aquellos en los que se le dan todas las ventajas al bravo, emocionante por imprevisible y de una conexión de alto voltaje con el tendido. Se rompió Ventura tras sacudirse los vaivenes ambientales en sus dos primeros toros, ninguno de los cuales terminó como lo hubiera sido en justicia. Fue delirio lo que el jinete de La Puebla del Río provocó en su cierre de temporada en Portugal, en un despliegue de su momento, tan fresco ahora que llega al final de campaña como si se hallara en el punto más álgido de ella. Fue muy rajado su primer toro, de Prudencio. Siembre huidizo y buscando tablas, complicó demasiado la labor del rejoneador, que no se excusó en ello ni se resignó y fue construyendo una lidia insistente y de alta exposición por cuanto que cada envite era un cara o cruz de todo lo que hubo de llegar encima mismo de los pitones y de cuanto le esperaba su oponente. Se la jugó como si no fuera Diego Ventura, pero como es Diego Ventura no entendió otra más que darlo todo en aras de exprimir hasta la última opción de lucimiento de su enemigo. Lo entendió el público, que le tributó una cerrada ovación, pero no así el palco, que le negó la vuelta al ruedo. Sí tuvo el permiso para darla al término de la faena a su segundo, en este caso, de Palha, pero fue entonces el propio Ventura quien prefirió no hacerlo. Era su respuesta a la injusta negativa anterior. Fue ésta una faena de entrega también, hecha en gran parte en la corta distancia, toreando muy encelado y, por tanto, muy templado y pulseado. Proverbial en el toreo de costado por los adentros y también al clavar al violín tras quebrar, de gran impacto en el tendido, como también las piruetas de salida. Puso a arder al público e hizo añicos las reservas presidenciales del capítulo anterior para inclinar y adueñarse por completo del rumbo de la noche.