En estado de gracia

30/11/2018
QUERÉTARO
Oreja, palmas y dos orejas
La Estancia y San Isidro
Cuatro de cuatro, un pleno que confirma el estado de gracia en el que vive Diego Ventura y del que este año 2018 es el mejor notario posible. A él asiste México con asombro y felicidad. Felicidad y asombro a partes iguales impregnando los tendidos de la Santa María de Querétaro para ampliar el áurea que ya quedó en ella cuando hace siete años apareció por sus fueros aquel joven torero insolente que amenazaba con quedarse con el trono. ¿Insolente? No, convencido de que lo que le hervía por dentro y necesitado de sacarlo fuera. Siete años después, el joven ya es maestro histórico y ha vuelto con el cetro en sus manos para reconquistar la plaza donde comenzó su idilio con México. Porque la ocasión no merecía que se hiciera sobre ella la mala sombra de la mansedumbre de los toros de La Estancia, pidió Ventura el toro de regalo y le tocó Gambusino, un ejemplar de San Isidro alegre y repetidor para ajustarse a lo que el jinete precisaba para exponer toda la brillantez de la luz que le asiste a su concepto y a su momento. Como antes con el de su turno ordinario, se fue Diego a por el toro a portagayola con la garrocha montando a Bombón, inicio de un faena que no conoció de respiro alguno y en la que el rejoneador metió enseguida al público en su desarrollo. Ya en banderillas, hizo lo que quiso y más con Colombo toreando muy al hilo de las tablas y muy hilado el burel al mando de la cabalgadura a la par que le cambiaba de costado embebido por completo en su mando. Fue el preámbulo de la cima que llegó después con la aparición de Dólar, esa cima en sí misma de todo aquello a lo que aspira un torero a caballo en cuanto a perfección en la doma. Eso es también un estado de gracia. Ese estadío en el que se ensamblan hasta ser uno mismo la fantasía del hombre y el sentimiento del animal. La entrega absoluta del uno al otro, la confianza máxima, el latido común, el idioma en el que sólo hablan los genios. El par a dos manos sin cabezada fue un espectáculo que la Santa María celebró puesta en pie, asombrada y feliz. El carrusel de cortas con Prestigio y el rejón final con Toronjo fueron el corolario perfecto para la obra, para la tarde-noche del reencuentro de Diego Ventura con el lugar donde todo empezó en México. Diego pidió este toro de regalo después de toparse con el deslucido Coquetón, segundo de su lote, un ejemplar de La Estancia de escasa prestancia, reservón y acometiendo a la defensiva cuando sentía cerca la cabalgadura, lo que fue así de tanto como el jinete se metió en su terreno buscando provocar y prolongar sus arrancadas. Tras brindar su lidia a Francisco Funtanet, en cuya casa tiene Ventura su cuartel general estos meses en México, se fue, como luego con el toro del triunfo, a por la suerte a portagayola montando a Bombón con la garrocha. Una apuesta celebrada por el público, que supo valorar siempre la actitud del rejoneador por exprimir cada opción del toro, al que planteó una lidia en banderillas en terrenos de cercanías con Oro y Bronce. La primera oreja se la cortó a Barco de Papel, del mismo hierro y de la misma condición, muy por debajo de la exigencia del torero y de cuanto le opuso. Lo recibió también con Bombón y lo cuajó en banderillas con Bronce, cumbre, por valor, por capacidad y por temple, cualidades que se dan en este caballo en muy alto grado y que determinan su inmensa solvencia para imponerse a todo tipo de enemigos, ya se presten éstos al mejor toreo o a la lidia más difícil. Fue muy buena la banderilla ejecutada después de dejarse venir al burel perdiéndole pasos para batir, clavar y salir cuando la grupa casi rozaba las tablas para, sin solución de continuidad, cosérselo al estribo y llevarlo toreado de costado con pulso infinito. La espectacularidad que también entusiasmó llegó después con Gitano y dos banderillas al quiebro y al violín, que sorprendieron a la parroquia. Tras las cortas con Toronjo, mató Diego Ventura para hacerse con su primer trofeo. Suman tres para prolongar el pleno de triunfos del torero de La Puebla del Río en este reencuentro con México, adonde también se ha traído su estado de gracia.