Marcar la diferencia

17/08/2018
CIUDAD REAL
Ovación, dos orejas y dos orejas
Lora Sangrán
   
Diego Ventura es un torero histórico que está escribiendo la historia del rejoneo en tiempo presente. Sin forzarlo, sin pose alguna, dejando sólo que el toreo fluya y sea el argumento de cuanto tiene que legar, el jinete de La Puebla del Río hace de cada tarde un acontecimiento. Un gran acontecimiento. Cada día con él en una plaza de toros es una página dorada de un libro plagado ya de oro puro y de oro vivo. Algún día será una leyenda, un artista del que se leerán cosas grandes y que se rememorará con el aura de lo inolvidable. Pero será algún día. Ahora, hoy mismo, Diego Ventura es un genio desatado y esplendoroso en el mejor momento de su esplendor. Y eso, claro, marca la diferencia. Si viene de escribir dos tardes inmensas y magnas en El Puerto de Santa María y Málaga, hoy fue Ciudad Real el escenario de su último gran acontecimiento. Compuesto en tres actos distintos y mayúsculos. De más a más. Como quien va desgranando las claves de su magisterio, como quien va deletreando la esencia de su legado que lo será para los restos. Para siempre, pero, no lo olviden, en tiempo presente. En el primer acto, expuso la forma en que hay que ir esculpiendo al toro que es bueno pero que hay que ir, eso, esculpiendo, haciendo, dando forma. Poco a poco, con tersura, con pausa, con tacto. Toreo líquido el suyo ante el primer ejemplar de Lora Sangrán, toreo del que fluye, del que se va derramando. Cumbre Lío en cada quiebro de escalofrío. En el segundo, le plantó cara y le impuso su autoridad y su mando a un toro complejo por geniudo y áspero, que pedía papeles, que se quería comer el mundo a base de asustar. No contaba que existe un prodigio con alma de caballo que se llama Nazarí, dueño y señor del toreo en su más amplia expresión. Un caballo de leyenda, del que, como de su alter ego, se leerá en los libros el día de mañana. No se puede ir más de frente ni más de verdad ni más valiente ni más despacio a tanta acritud. Y tampoco contaba el de Lora Sangrán que se viene forjando en este 2018 revelador otro caballo llamado a ser histórico y que va tornando en oro el Bronce de su nombre. Vean las fotos de Arjona, mírenlas. Comprueben dónde pone el toro sus aviesas intenciones y donde le pone el pecho, la cara y el alma Bronce. Faena cumbre con el premio justo y lógico de las dos orejas. El tercero no estaba reservado a Diego Ventura, sino a Óscar Mota, un torero joven que hoy vivió la cara y la cruz de la profesión que ha elegido el día en que todo debía haber sido cara. Porque suyo fue el protagonismo al comienzo de la tarde cuando el propio Ventura le dió la alternativa. En ese mismo toro sufrió una caída y se fracturó el peroné. La cruz para él y por eso el sexto toro le correspondió también a Diego, director de lidia. En un gesto de torería, compartió su lidia con Lea Viçens. Se midieron ambos a un toro bravo que se movió con mucha vida y al que el Genio bordó, sobre todo, con Bronce –otra vez Bronce-, ahora, en su versión de disfrutar y romperse con un toro bueno. Se recreó Diego, se rebozó, se salió, gozó cada pasaje de una faena intensa que encendió de pasión al tendido. La cima: un par a dos manos que marcó la diferencia. Culminó el cigarrero con un gran rejonazo y sumó su segundo doble premio de la tarde, compartido, claro está con Lea. Enorme el espectáculo ofrecido. Inolvidable. Apabullante la redondez de un torero definitivamente instalado en la excelencia. En ese trono desde donde se marca la diferencia.