Como un huracán

23/07/2022

ROQUETAS DE MAR
Dos orejas y dos orejas y rabo
María Guiomar Cortés de Moura

 

Como un huracán de emociones que lo impregna todo de felicidad a su paso. Así ha sido la tarde absolutamente pletórica de Diego Ventura hoy en Roquetas de Mar. Cuatro orejas y un rabo y, sobre todo, la sensación de desbordante plenitud que hace de cada una de sus tardes un acontecimiento grandioso. Los números sí dan cuenta hoy de la magnitud del cigarrero en el coso almeriense. Apabullantes ambas: la cantidad y la calidad. Dos grandes faenas a dos grandes toros. Excepcional por bravo el segundo de ellos, el del rabo, al que el rejoneador le ha realizado una de sus obras más importantes de la temporada, que ya es decir…

Fue un toro ciertamente bueno. Bravo, como queda dicho, pero enclasado también, lo que se tradujo en un ritmo excepcional. Con semejante material, Diego fue componiendo, tercio a tercio, una faena rotunda y redonda. Desde el recibo con Joselito, pura clase, delicioso temple, para recoger la embestida del ejemplar de María Guiomar, fijarlo y pararlo sobre la grupa, en una losa apenas, y dejarlo entonces completamente encelado y ya entregado al toreo grande de Diego. Si después de eso sale Nazarí y hace lo que acostumbra, el animal, con tamaño fondo de clase, no podía si no romper en extraordinario. Hasta dos vueltas al ruedo de Roquetas enlazó Ventura con el burel imantado a su estribo, a un ritmo constante que parece imposible cuando se piensa que lo compone un hombre con dos animales. SublimeNazarí toreando de costado y sublime al clavar batiendo y, literalmente, torear las embestidas con sorprendente despaciosidad. Nada de esquivar, torear… Al maestro Nazarí le siguió el alumno más que aventajado que es Fabuloso, para quebrar también deteniendo el tiempo y dejar pasajes de una plasticidad y de una torería rebosantes. Perfecta la ejecución de las suertes, tan exactas en todos sus tiempos. Le puso la guinda Ventura con Guadiana, con el que se volcó al clavar y en los desplantes, de tanta entrega. El rejonazo fue fulminante. Echó el torero pie a tierra y se arrodilló ante el toro de Cortés de Moura, solos los dos. Cayó éste como una pelota y los máximos trofeos, con total unanimidad.

Antes que eso, ya había cuajado otra faena de seda pura ante el buen toro primero, del mismo hierro. De menos celo, quizá, pero con un son en su tranco que fue una delicia en manos de Diego Ventura. Lo paró con Guadalquivir, pulsando y luciendo ya desde ese inicio ese ritmo aterciopelado del astado. Para iniciar el tercio de banderillas, sacó a Nivaldo, el más nuevo de la cuadra, pero un caballo que, a su indudable estética, se le une su valor natural para llegar tan despacio y tan cerca a los toros. Se siente a gusto Nivaldo en las cercanías, lo destila. Prosiguió entonces con Fino para dejar dos banderillas al quiebro sensacionales y luego, con Bronce, sencillamente hizo magia. Sacándose la espina con los aceros de La Línea de la Concepción, cobró un rejón en todo lo alto que fue suficiente aunque el toro tardara en caer.