Como no podía ser de otra manera

16/09/2023

NIMES
Ovación, dos orejas y oreja
Fermín Bohórquez

 

Volvía Diego Ventura a la que siempre fue uno de los grandes escenarios de sus obras maestras -su única cita de la temporada en Francia- y lo hizo en la medida de la espectacular temporada del veinticinco aniversario que está completando. Tres orejas y una nueva Puerta de los Cónsules como culminación de una extraordinaria mañana de toreo a caballo. Aun pudo el premio ser más contundente de no haber pinchado al primero de su lote, que, por cierto, fue el mejor de su terna de ejemplares de Fermín Bohórquez, el que más se prestó de los tres.

Sólo hubo en la faena del genio de La Puebla del Río el marrón del rejón de muerte. Todo lo demás fue un conjunto compacto y redondo frente a un toro del son templado y sostenido tan de Murube. Lo cuajó como acariciándolo de costado y por dentro, muy al hilo de las tablas, pulseando sin que apenas se advirtiera la nobleza del astado. Ideal para que después, ya en los medios, se apoderara de sus terrenos, se quedara en la cara, se asomara al balcón de la cuna de los pitones y detuviera allí el tiempo de la suerte.

Sí pudo cortarle las dos orejas a su segundo, que se entregó menos. Cinceló Diego cada embestida pisando, de nuevo, terrenos de compromiso para provocar y luego dominar. Y le hizo de todo en medio del entusiasmo del público nimeño, feliz por este reencuentro con Ventura en el mejor momento de su vida.

Le dio la última vuelta de llave a la Puerta de los Cónsules al obtener un premio del quinto, tercero de su lote, que fue un toro que se movió menos de lo deseado y al que paró con elegancia y clase sobre los cuartos traseros en apenas dos metros cuadrados. Mejoró Ventura sus prestaciones y jugó con maestría con los terrenos para dejar pasajes de muy alto nivel, como una banderilla al quiebro citando desde lejos para dejarse ver y provocar la embestida dubitativa del toro, dejárselo llegar hasta el límite y sólo impulsarse en busca del embroque cuando la grupa del caballo ya casi tocaba las tablas, lo que le dejó el mínimo margen posible para hacer la suerte. Nimes rugió, entregada ya sin condición a la magia desatada de Diego Ventura.