Bronce ya es de oro

15/05/2021
CÓRDOBA
Oreja y oreja
Los Espartales
 
Desde hace tiempo ya, era una tarde grande. Por su contenido y por lo que representaba. Una tarde grande a la que el público le dio su marchamo definitivo agotando el taquillaje con mucha antelación. Y una tarde así de grande merecía el refrendo del Diego Ventura más grande. El que supera todos los límites, sus propios límites, los horizontes que él mismo ha trazado después de años llevando cada vez más allá el horizonte de su arte. Porque Diego sigue creciendo. Creciendo él y aumentando su estela de torero histórico. Lo canta la gente, la que vibra y se entusiasma ante la sensación de que nunca vio nada igual. Lo atestiguan las plazas encendidas de emoción como hizo hoy Córdoba en una tarde grande que contó con el Ventura más grande. Su primera faena fue un conjunto redondo y completo. Impecable de principio a fin. A más en todo. A mejor cada vez. Aprovechó el jinete de La Puebla del Río el fondo de calidad que el toro de Los Espartales terminó sacando después de un inicio algo frío, tan propio de su sangre Murube. Diego conoce la casa a la perfección y sabe dónde está la tecla exacta que tocar en cada momento, así que, tras el tanteo inicial -susto incluido- con Guadalquivir, puso en liza a Velásquez para engancharse al toro a su mando y, con un despliegue excepcional de temple prodigioso, torearlo de costado, cosida la embestida a milímetros para soltarla y, sin irse, enfrontilarse, quebrar y clavar entre el clamor del público, ya entusiasmado. Y eso que aún quedaba la traca de Lío, el lío gordo de este caballo con el que Ventura multiplica las posibilidades de los espacios imposibles. Sus banderillas al quiebro fueron extraordinarias. Ya la primera, de largo, galopando, para detener el tiempo en ese quiebro sorprendente y exacto, ya en las dos siguientes, a caballo y toro parado, metiendo en el mismo espacio el cite, la suerte y su remate. Puso la guinda con el carrusel de cortas con Guadiana previo a un rejonazo soberbio, que tumbó sin puntillas al de Los Espartales. Pidió la plaza con fuerza las dos orejas, pero solo una concedió el palco. Pero el tanto nunca ensombrecerá al cuánto… Muchas menos opciones le ofreció el segundo, que cantó ya de salida que el depósito del celo lo tenía muy medido. Eso, medirlo, hizo con Joselito de salida y, ya en banderillas, tuvo que echar las cabalgaduras encima del burel una y otra vez para reemplazar por emoción esa ausencia de chispa del animal. Y no lo dudó Diego, primero, con Fabuloso, con el que se la jugó en no pocas ocasiones en piruetas que fueron una moneda al aire, y, sobre todo, con Bronce después, un caballo que, de tanto corazón y valor como ya se le sabía, más pareciera que necesitara esa libertad que le concede ahora su dueño al torear sin cabezada. Porque se nota que el caballo se crece, que vuela, que quiere quedarse en la cara de los toros, dejarse ver, provocar, dominar, torear… Lleva años y muchas tardes haciéndolo, pero que Ventura le suelte la cara y le deje hacer, le da alas que Bronce aprovecha para volar. Es el recambio de Dólar, pero es distinto a Dólar. Sus registros son otros: insondables a tenor de lo visto en Córdoba y de lo que seguirá mostrando… De nuevo culminó el rejoneador su actuación con Guadiana, un caballo nuevo que le ofrece un punto más de seguridad en la suerte final por cuánto y qué despacio se echa encima de los toros. Pinchó arriba antes del rejón final y su premio fue otra oreja. El broche a una tarde grande con el Diego Ventura más grande.