Alemania, donde el toreo fluye puro y libre

Emocionante, realmente emocionante. Así ha sido la experiencia de viajar a Alemania, a Múnich, convocado para recibir el premio León de Baviera. Entusiasmado por tanto entusiasmo. Desbordado por tanta generosidad. Para siempre agradecido por tamaña sensibilidad. Son las sensaciones con las que Diego Ventura regresa de la capital bávara, un viaje que le ha permitido, sobre todas las cosas, conocer a un grupo de gente grande y desprendida sin límite, que tiene en común un amor igual de desmedido por la Tauromaquia. Amor que cultivan a miles de kilómetros de donde el toreo palpita con más fuerza, de su epicentro. En lo que aquí, en su hábitat natural, se le cuestiona, se le maltrata y se le desprotege, allí, en el alma de la Baviera, se le idolatra y se le convierte en una pura pasión. Una pasión vivida a diario, por ejemplo, sacando unos minutos de cada jornada de trabajo para reservarse uno en el despacho profesional, sacar un capote y una muleta y ponerse a torear de salón. Todos los días. Sin excusas. Con fruición. Ratitos de toreo en soledad con la vista puesta en ese próximo tentadero que ha de llegar en un nuevo curso para aficionados prácticos. Comportamientos que encarna en primera persona Moritz Roever, alma mater e impulsor de la Asociación Taurina de Múnich.

Moritz es un empresario alemán de éxito, padre de tres hijos y esposo de Christiane, una bella mujer nicaragüense que derrocha simpatía y calor. Moritz conoció los toros hace años, siendo adolescente, junto a su padre en Barcelona. Luego marchó a vivir a México y allí tuvo ocasión de cultivar aquel primer deslumbramiento. Pero no fue sencillo alcanzar el enamoramiento del toreo en el que hoy vive. Tuvo sus baches de dudas, de no terminar de entender según qué cosas. Así que se dio su tiempo, dejó pasar éste… y desembocó en Sevilla, en la Maestranza, por abril, para terminar de recibir un flechazo definitivo del que, no sólo no se ha recuperado, sino que le sirve hoy como un motor infranqueable de ilusión y de afición. Son varias las veces en el año en que se desplaza a España para torear en el campo. Y dicen quienes son sus profesores en los cursos de toreo para aficionados prácticos, que torea sin descanso. Sin reparar en las condiciones de cada becerra, en sus complicaciones. Moritz se mide a todo ello porque lo primero es dar de comer a esa pasión espiritual que siente por torear. Su casa en Múnich tiene las paredes llenas de pinturas y fotografías taurinas. No faltan reproducciones de los grabados de Goya ni, por supuesto, sus instantáneas toreando en el campo. Y lo mejor de todo es que ha conseguido contagiar su entusiasmo a decenas de amigos, profesionales destacados todos ellos en diversos ámbitos de la actividad en Alemania, gente tremendamente formada a la que se le enciende los ojos al hablar de toros. Preguntan como si no hubiera mañana y comentan con muy sólidos argumentos aquellos pasajes más destacados de cada temporada. Admirable.

Todos ellos son un vergel en pura flor donde la semilla de la Tauromaquia crece y se hace fuerte. En Alemania. En el corazón de la Baviera. Desafiando todas las distancias. Y desde 2015 conceden un premio hermoso que han denominado, claro está, León de Baviera. Ya lo tienen Eduardo Dávila Miura -por su reaparición en la Maestranza para lidiar toros de Miura- y ahora Diego Ventura. A él le han dedicado un fin de semana mágico, cargado de actividades encaminadas a que el jinete conozca Múnich, la importante cultura en torno al caballo que allí existe y, sobre todo, cómo allí se admira, se respeta y se quiere a un torero. España, el sector taurino, debería preocuparse por conocer oasis de afición como éste. Y apoyarlos. Y reforzarlos. Y corresponderles con la misma generosidad con que ellos viven una pasión que lo es con letras mayúsculas. La pasión por la Tauromaquia. En total pureza, sin prejuicios, al desnudo, hermosamente sincera. El futuro del toreo también pasa por Alemania, Quién lo diría… Pero así es gracias a personas como Moritz Roever y toda la gente que en Baviera -la Andalucía germana, dicen ellos- son la mejor constatación posible de la fuerza irrefrenable que tiene el toreo, que allí, fluye puro y libre…