Ventura conquista Alcochete a pesar de los toros de Passanha

Noche de bonita expectación la vivida en Alcochete con lleno total en la plaza de toros y el cartel de No hay billetes colgado en las taquillas. Hacía diecisiete años que esto no ocurría, lo que es también el mejor reflejo de la ilusión que generaba entre la afición lusa esta nueva cita de Diego Ventura en Portugal tras la doble comparecencia de abril y junio en Lisboa. Tenía ganas Portugal de disfrutar del genio y su momento espectacular. Pero como en los dos compromisos anteriores del año en Campo Pequeno, no acompañó para nada el juego de los toros, en esta ocasión, con el hierro de Passanha. Malo sin paliativos el lote de Ventura, parado, reservón y reclamando siempre asumir pasar esa frontera del riesgo en la que el torero se la juega de verdad. Así fue el primero, que inicialmente esperaba para luego ponerse por delante y tapar la salida de los caballos, a los que obligó a hacer un verdadero ejercicio de capacidad y de solvencia para llegar, clavar y salir airoso. Por eso tiene tanto mérito la actuación de Roneo y de Milagro en un tercio de banderillas que existió porque Diego se empeñó en ello. Pura emoción la que transmitieron al ir tan de frente en busca del manso aun a sabiendas de que la respuesta iba a ser la de la brusquedad y el cortar el viaje. Con semejante material enfrente, lo de Milagro fue de nuevo puro milagro al dejar tres banderillas a base de llegar mucho a la cara del toro, hacer de la batida la provocación que sólo entonces desataba la acometida, quebrar y salir, todo ello, con el máximo ajuste posible. Echaron humo las palmas del público de Alcochete, absolutamente rendido a la entrega sin límites de un torero y su cuadra que no entienden de medias tintas. La vuelta al ruedo fue de clamor para un Diego Ventura que otra vez se impuso a los elementos por más que estos se alinearan todos en contra. Pero esto es una cuestión de querer, de poder y de saber, tres verbos que Diego pareciera haber acuñado para el diccionario de las grandes cosas. No cambió demasiado el panorama en cuanto a la materia prima en el quinto. No es que fuera malo, es que fue peor. Lo paró el jinete con Embrujo, el último fruto de su factoría, que debutó el domingo pasado en Pontevedra. Ya ahí tuvo ocasión de comprobar de nuevo que todo iba a depender de él. Así las cosas, y lejos de justificarse ni excusarse –que podría haberlo hecho-, Ventura puso en liza a Nazarí, con el que construyó hasta el final una faena basada otra vez en la apuesta total y la asunción del riesgo máximo. Se emplazó el de Passanha en los medios y desde ahí esperó siempre al torero. Y éste que se fue a su búsqueda para llegar hasta ese punto donde el aliento de los pitones ya quema, batir para provocar, clavar y sortear sin irse la oleada del toro, que se cruzaba poniéndose por delante buscando cortar el viaje del caballo. Más ágil anduvo Nazarí que bruto el de Passanha y cada suerte fue una demostración de pureza y de pulso aunque, por las circunstancias, el toreo tuviera hoy que ser, sobre todo, lidia. Que Diego Ventura no defraudó a nadie quedó claro en la unanimidad con que los tendidos le pidieron que diera la vuelta al ruedo. El rejoneador prefirió quedarse con recoger desde los medios la atronadora ovación, ésa que, al final de la noche, era la constatación de que el genio y su momento habían conquistado también Alcochete. Es lo que tiene querer, poder y saber…
11/08/2015
Alcochete
 vuelta al ruedo y fuerte ovación con petición de vuelta
Passanha