Ventura vuelve a Ronda para soñar

01/09/2019
RONDA
oreja con fuerte petición de la segunda y dos orejas
Benítez Cubero
 
Hay escenarios que inspiran a los toreros. Que los encumbran, donde nunca fallan. Para Diego Ventura, ése escenario es Ronda. Como la ciudad, la plaza soñada. En Ronda, Diego ha soñado el toreo muchas veces. Y muchas veces ha explayado todos los prismas de su toreo. Desde el mejor hasta el más necesario. Hoy fueron los dos: el mejor y el más necesario. O a la inversa, primero el necesario para sobreponerse y darle la vuelta a lo justo del comportamiento de sus toros. Lo justo para ser Ronda y para ser Diego. Pero les dio la vuelta. Y los cuajó. Minimizando lo que les faltaba y potenciando lo que tenían. Otra tarde rotunda e impecable que Ronda quiso que fuera de cuatro orejas, pero el palco –otra vez otro palco- dejó en tres. Bueno está aunque no sea lo justo, pero a estas alturas, cuatro, tres, ¿qué son al lado del infinito que alcanza el toreo del jinete de La Puebla del Río? No se dio tregua alguna ya con el primero, que brindó a Andrés Romero y al que esperó emplazado en los medios con Joselito para clavar sin más dilación, en un envite proverbial. Como las banderillas al quiebro con Lío planteados en los terrenos de la mansedumbre del toro. Todas las ventajas para él para hacer de cada suerte un derroche de valor y precisión. Como había hecho con Lío, regresó a los terrenos del Benítez Cubero con Nazarí para imantarlo a su estribo y volar en mil pedazos su falta de empuje. Que al mando de Nazarí, es Nazarí quien manda. Y Ventura, que reunió las cortas y recetó un certero rejón de muerte, que cerraba el círculo de tanta redondez. A los ojos de todos, menos del presidente que le negó la segunda oreja. Ya van varias así este año… Pero hace tiempo que Diego no pierde su camino en lamentos de lo que se escapa de su voluntad y, como lo que su voluntad dicta es triunfar por encima de todo, lo hizo de forma clamorosa ante el quinto, otro toro al que le faltó algo más, pero al que sacó más de lo que tenía con Fino, en una lidia perfecta en su entramado y en su resolución. Colocaba el jinete largo al toro y lo iba a buscar hasta donde éste se arrancaba para, a continuación, perderle pasos, dejárselo venir y propiciar la reunión en una batida interminable durante la que el caballo se dejaba radiografiar los pechos por los pitones del murube. Así, varias veces, mejorando cada banderilla a la anterior. Con la Maestranza –su escenario- ya encendido, le terminó de meter fuego con dos pares a dos manos sin cabezada con Dólar, dos prodigios de doma, de simbiosis, de química entre el animal y el hombre. Compenetración pura. Otra vez el remate con Remate tuvo el don de lo completo y de nuevo el rejón hasta las cintas. Y, ahora sí, las dos orejas indiscutibles hasta para el palco. Había impuesto Diego Ventura su voluntad para soñar en Ronda, que para eso es el escenario que tanto le inspira.