¡Que siga la fiesta!

07/10/2018
7/10/2018 ZARAGOZA
Dos orejas y dos orejas con fuerte petición de rabo
Ángel Sánchez
Imparable ya es decir poco. Inmenso es no ser del todo justo. Rotundo es quedarse corto. Sublime sí se acerca más a definir el momento vital en que se encuentra Diego Ventura. Porque pareciera humano que, después de la enorme presión soportada estos días y, sobre todo, ayer por el histórico compromiso de Las Ventas, levantara hoy el pie del acelerador de su autoexigencia o que, al menos, hubiera notado el cansancio o la bajada de tensión propia después de un día tan vertiginoso en lo emocional como el de ayer. Pero no, en Diego Ventura no hay merma alguna cuando se viste de torero, se sube a un caballo y sale a una plaza. Es su estado natural, aquél que le da sentido y le hace feliz y a la felicidad, ¿quién le pone freno? Por eso regresó a la Misericordia varios años después para hablar en el ruedo y tornar en pura pasión su lamento de este tiempo atrás porque no le dejaran estar en esta plaza. Y fue un volcán todo en él. Desatado. Lava pura. Pura entrega. Toreo del más alto nivel para remover los cimientos de Zaragoza y reconquistarla. Se midió hoy a un buen lote de toros de Ángel Sánchez, bravos y encastados los dos, con diferentes matices, pero con el punto en común de una encendida movilidad. Ante ellos desplegó Diego dos obras magnas y arrebatadas que prendieron en los tendidos maños la llama inenarrable de la emoción. Todo fue redondo en su quehacer, ni dio ni se dio un solo segundo de tregua, casi ni dejó que la gente se sentara, impuso el tiempo de la tarde y lo manejó a su antojo. Un alboroto en toda regla, una exhibición de capacidad y de superioridad, de mando, de ambición, de inspiración, de frescura, de inteligencia y de clarividencia. Otra más. Con los caballos consagrados, con los jóvenes aún pero que ya son estrellas y con los que ha irrumpido en el curso de la temporada derribando todos los límites de lo conocido. Lo de Diego Ventura es plenitud con mayúsculas. Ya no es sólo imparable ni inmenso ni rotundo. Es todo eso junto, pero, especialmente, es sublime. Cuatro orejas en sus manos y una fuerte bronca de la gente al palco por no atender su petición para que concediera también el rabo. Dolió la ausencia, pero valió la pena para volver así a Zaragoza. Y ahora es tiempo de celebrar conforme se van superando los obstáculos del camino. Un camino hoy prendido de luces. Así que, que siga la fiesta…